Sólo puedo decir que sigo rendido a la maestría de Roth. Empecé esta novela pensando que me encontraría al Roth más lúdico y desenfadado, y así lo parece durante buena parte de la narración. Zuckerman acaba de tener un éxito fulgurante con su última novela y se ve incapaz de asumir su nueva condición de celebridad pública, provocando, una tras otra, situaciones bastante rocambolescas. Roth se saca de la manga un personaje magistral, Alvin Peper, que recuerda de alguna manera al "doble" de Operación Shylock (es igual de patético, igual de pesado, igual de divertido), y ejerce de motor de la historia.
Los terrenos de amor y muerte se alternan con una precisión asombrosa, y al viaje físico que emprende Zuckerman le sobreviene un viaje iniciático, de reencuentro y búsqueda de la propia identidad. Grande Roth de nuevo.
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