jueves, julio 27, 2006

Bordeando el agujero...

Una reflexión en torno a The hole, el film de Tsai Ming Liang. En su momento la película me irritó, me aburrió, me pareció pretenciosa hasta la náusea y decidí olvidarla. Sin embargo, en los últimos tiempos parece que me vuelve a la mente de una manera que no puedo evitar, y estoy deseando volver a verla, así como las demás obras de este autor.


The hole presenta a dos seres aislados en medio de un ambiente hostil, encerrado cada uno en su apartamento, y sólo en contacto a través de un agujero en el suelo de uno de ellos (y el techo de la otra protagonista). La lluvia constante nos recuerda, como una metáfora imparable, el apocalipsis irreversible en que se hayan sumidas las emociones. Los apartamentos son cerrados y claustrofóbicos; no hay en el interior de sus paredes ni un solo atisbo de felicidad. El agujero del título es el agujero que comunica los dos pisos, pero también es el agujero en que se hayan sumidas las vidas de los dos personajes. Sus existencias son grises, apáticas, herméticas en su pertinaz aislamiento, hostiles para alguien que las perciba desde fuera. No existe un mínimo de felicidad en ellos (tampoco complicidad con el espectador, por lo tanto), pero tampoco un atisbo de esperanza, y eso no es tan malo como pueda parecer. Puede que en ellos no exista la ilusión, pero permanecen alejados del dolor, del íntimo desgarro que atraviesa los espíritus más delicados.

Cuando vi la película recurrí a lo obvio, a pensar que el director pretendía lanzar una crítica contra el aislamiento y la incomunicación de esta nueva era, algo así como una actualización de Antonioni (ahora también debería replantearme todo el cine de Antonioni, claro...), pero ahora empiezo a pensar que se trataba más bien de un elogio, una oda a aquellos que son capaces de mantenerse al margen de toda la porquería que nos rodea...

En el momento en que comienza a abrirse el agujero entre los apartamentos, las vidas de los protagonistas se convulsionan. Parece una nimiedad, pero en ciertas situaciones un liviano suspiro tira abajo vetustos edificios, como el rugir de un lobo feroz. El agujero empieza a depararles esperanzas, expectativas reales de cambio, y el hermetismo, aunque muy mínimamente, empieza a ceder. Hasta ese momento, toda la fuerza para sobrevivir la deparaban los sueños, las falsas ilusiones representadas por esos momentos musicales tan característicos del cine de Tsai. Sin embargo, las diferencias entre unas y otras ilusiones son radicales. Mientras el agujero presenta una posibilidad tangible y real, la imaginación musical sólo es una evasión consciente de su limitación y su naturaleza (de hecho, yo no lo llamaría ilusión, sería más bien un medio de evasión como también pueda serlo, en determinadas circunstancias, el cine o la literatura). El agujero es real, y como tal es susceptible de ser sublimado. Lo que se intuye al otro lado resulta un acicate mínimo, y la reacción ante esa novedad será muy diferente en los dos protagonistas. Él pretende agrandarlo y ella taparlo, a partir de lo cual tenemos suficiente material para explorar su psicología más conflictiva, algo en lo que tampoco quiero entrar. Sólo hacer ver una cosa: en un principio creí que esas actitudes delataban un espíritu inquieto, atrevido e inconformista por parte de él, y una cautela algo miedosa y conservadora en ella. Posiblemente, lo que haya en ella sea sabiduría y experiencia, y en él ingenuidad infantil. Para la ingenuidad infantil es mejor servirse de ensoñaciones musicales; la realidad puede ser muy peligrosa.

Así pues, el agujero de los medios masivos de comunicación intenta sacarnos de nuestro agujero personal, haciéndonos ver una realidad que no tiene nada que ver con lo que podemos encontrarnosotros mismos. Nos quieren manipular y hacernos salir del refugio. Intentan que seamos felices y complacientes para que descubramos el odio y la desazón. La gente, la comunicación, nos hacen creer en cosas que nos defraudarán, nos clavan agujas de juguete para que saltemos a la piscina de cuchillos. Internet es otro manantial de esperanzas. Por eso, todo adicto a la red debe saber donde están sus limitaciones, debe ver su naturaleza (en el fondo tan unidireccional como la prensa o la televisión) y no pensar más allá de una irrealidad que, sinceramente, es lo único que puede darnos un poco de calma.

Estamos tranquilamente en nuestros agujeros, a salvo de esa lluvia que lo corrompe todo, y de repente vemos abrirse otros agujeros, como ventanas, destellos, colas de estrellas fugaces que, creemos, nos llevarán al país de las maravillas. Puede que la sabiduría esté en cerrar los ojos ante esas oportunidades y evitar así acabar derretidos, evaporados como unas alas de Ícaro demasiado ambiciosas. Viva el aislamiento y la felicidad-no-felicidad controlada por nuestras emociones. La valentía está, al contrario de lo establecido por ese pensamiento único que nos persigue, en saber huir de lo que creemos que debemos huir.

Me viene a la cabeza el Ignatius Really de La conjura de los necios. Parece un caso totalmente distinto, pero en el fondo quizás haya más puntos de contacto de los que parecen, y de aquí podemos dar perfectamente el salto a otros estamentos sociales. Pero, como diría Moustache, eso es otra historia.

Gracias al cine, a los libros, a Internet, a los agujeros que no se pueden atravesar.

Desde el agujero, buscando un agujero que rechazar, Daniel Quinn. El dormitorio de Maud.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, en realidad es un off topic, porque no he visto la película y poco puedo comentar sobre ella, aparte de decirte que me ha picado la curiosidad al conocerla a raíz de tu crítica. Por el momento, sólo quería agradecerte que te hubieras pasado por mi blog, y también darte las gracias por el enlace. No dudes que yo también te añadiré a mi lista de lecturas diarias, ya que tu blog me ha parecido muy interesante ;)

Saludos!

Daniel Quinn dijo...

Muchas gracias Marnie. A mí me picó la curiosidad desde que vi tu nombre: es uno de mis personajes hitchcockianos favoritos, si no el primero, y luego me encantó tu blog, chispeante, variado y necesario :)
Saludos!!

Anónimo dijo...

Hola, ví la película y me pareció muy acertado y justo tu análisis.
A mi también me conmovió mucho el film. Como primer sensación rescate muchísimo el no estar ante otra película de silencios caprichosos y largas escenas que, en su afán por oponerse al cine comercial (por así llamarlo), llegan al mismo destino del cine al cual se oponen. Quizás, hasta de un modo más sucio.
Aquí, Tsai Ming Liang revindica el cine de las imágenes, de las sensaciones y de los estados interiores de sus personajes. Me pasó lo mismo con "¿Y allí que hora es?": veo a un director enteramente comprometido con sus personajes. Y personajes inmersos tan adentro suyo, que poco importa lo que pase fuera. El mundo de la película se sostiene en ellos y solamente en ellos. Y resulta brillante.
En fín, no hablaré más porque el resto está muy bien escrito en tu post.

Saludos

Daniel Quinn dijo...

Muchas gracias Andrés!
The hole fue la primera película que vi de Tsai Ming Liang y a ves cómo me afectó, jeje. Pero aun así, mi favorita de él es "¿Y allí que hora es?", quizás porque me parece que, conservando todos los logros de sus otras películas, es la más ligera, irónica, y despreocupada de trascender.
Un saludo!