domingo, diciembre 30, 2007

2007: mis 10 recuerdos cinematográficos

1.-Portugal. Cuando yo pensaba que nuestro país vecino tenía un enorme potencial literario que, sin embargo, sólo se veía refrendado en el mundo cinematográfico por algún director aislado como Manoel de Oliveira, me he ido dando cuenta de que hay todo un mundo por descubrir en el cine portugués. Además de adentrarme con más profundidad y disfrutar de verdad de algunas películas de Oliveira (como la sublime El valle de Abraham, O dia de desespero, El principio de la incertidumbre y algunas más), he visto por primera vez las obras de algunos directores a los que tenía muchas ganas y que me han maravillado. Por un lado, tenemos al difunto Joao Cesar Monteiro, que, desde unas formas absolutamente rigurosas, incurre en la transgresión de códigos y la búsqueda de unas raíces unívocamente portuguesas a través del humor y la consciencia de la gravedad de la vida y la muerte. Por otro, el cine del futuro, Pedro Costa, que partiendo de un cine social de raigambre bressoniana (como se puede apreciar en Ossos) dirige sus miras a un modo de hacer las cosas que conjuga la ética y la estética, asimilando a los clásicos y redirigiéndolos, mediante una extraña poética de los desamparados, hacia un humanismo que parece coger el relevo de Rossellini y Straub para llevarlo todavía más lejos. Porque el cine social no tiene que ser viejo y acartonado; hay vida después de Ken Loach. Para muestra, Juventude em marcha. Y esto no es todo, porque detrás de estos consagrados viene una interesantísima hornada de directores que, como Teresa Villaverde, demuestran que el cine de su país tiene, desde su pequeña trinchera, una entidad que ya quisieran en cualquier parte del mundo. Y bueno, por último no podemos olvidarnos del padre de toda esta gente, el incansable Paulo Branco.


2.-Hong Sang Soo. El ciclo integral de La casa encendida nos ha permitido conocer el trabajo de este coreano afrancesado (y rohmeriano, al gusto de este blog) que va mucho más allá de los habituales pastiches genéricos a los que se asocia habitualmente el cine de su país. Ya comentamos por aquí en su día cada una de sus películas, y hasta tuvimos un fugaz encuentro cuando vino a presentar Tale of cinema.


3.-Nobuhiro Suwa. Otro descubrimiento oriental. Autor de una película monumental como M/Other, difícilmente superable, que refrenda al cine japonés en un esplendor que en ocasiones se ha puesto en duda (la losa de los clásicos). También vimos su viaje a Europa en Un couple parfait. Ay, afrancesado tenía que ser...


4.-Ozu y Mizoguchi. Dos clásicos que nunca se agotan. Cuando
crees que has visto todo lo esencial, aparecen, circulando por las redes cibernéticas, nuevas películas que te dejan asombrado. Ozu siempre ha sido uno de los predilectos de este blog, y aunque contínuamente parezca hacer la misma película, las obras escondidas entre sus grandes clásicos acaban desvelando parcelas ocultas del sentimiento y la condición humana. Ozu es algo que va mucho más allá del cine y que todavía no he descubierto cómo poder explicar. El final del verano, Primavera precoz, El color del crepúsculo en Tokio..., todas son únicamente misteriosas, en su sencillez y en su inmensidad. Y con Mizoguchi sucede algo parecido, aunque poco tenga que ver con Ozu más allá de la nacionalidad. Parece mentira que en el año 39 pudiera filmar una obra como Historia del último crisantemo; si el melodrama existe, deberíamos mirar a Mizoguchi mucho antes que a Sirk o Fassbinder (bueno, también está Ophüls, pero dejamos para otro día a los seres superiores).

5.-Histoire(s) du cinema. Para muchos, la mayor obra artística del siglo XX. No sólo es reflexión y belleza, también es moralidad, distancia y sabiduría. En fin, Godard. Ha aparecido en DVD, en alguna cadena de televisión digital, e incluso se ha proyectado en cines en Barcelona. Todo para nuestro gozo (aunque algunos no opinen lo mismo...).

6.-Inland Empire. También comentada en su momento, otra obra que mira al futuro desde la absoluta libertad que contó David Lynch para grabar su película más personal. El cine se abre y se fusiona con otras artes, ¿el sueño de los surrealistas? Ante todo, tres horas para disfrutar con la boca abierta.


7.-Les amants reguliers. Película monumental de Philippe Garrel, nunca estrenada en nuestro país, pero que ha discurrido por algunas filmotecas nacionales. Belleza pura en la más sincera mirada al mayo del 68. Igual que con Lynch, tres horas para dejarse llevar, aunque de otra manera. Grande Garrel.



8.-Al oeste de los raíles (Wang Bing). Y hablando de películas largas, este documental chino de más de nueve horas pudo verse en la Filmoteca en tres sesiones. Demostrando que basta una cámara, corazón y un ojo abierto. Erice quedó maravillado, y no es para menos. Cómo hacer que la cámara se disuelva en la vida y el cine cobre trascendencia mediante su desaparición. Sí, nueve horas entre fábricas abandonadas, obreros que sobreviven y..., ¿esperanza? Herrumbre, vestigios, rieles...

9.-Jeanne Dielman, 23 Quai du Commerce 1080 Bruselas. Clásico fundamental del cine de autor que al fin he podido ver y que, quizás a diferencia de otras películas igual de importantes, me ha llegado a lo más hondo. También comentada por aquí más ampliamente.


10.-Navidades en julio. Y para terminar, un clásico de la comedia hollywoodiense, porque también entre lo más comercial se pueden encontrar joyitas. Esta cinta de sólo una hora de duración demuestra que Preston Sturges es un forjador de mitos y, siguiendo los modos de una película de Capra, consigue ir más allá y dibujar todo un mapa emocional y cultural de su país. Para disfrutar pensando o con la mente en blanco después de un duro día de trabajo. Porque, como entendió Sullivan entre presos en la iglesia, al final lo importante se reduce a lo inmediato. Sturges lo entiende y es preciso, inmediato e implacable. ¿Es esta película la autoconciencia de "América"? Por lo menos ayuda a explicarla, a que entendamos cómo las cosas se transforman sin que apenas nos demos cuenta.


Por último, por poner un poco de orden, seguir unas reglas y poder comparar con algo, mis diez estrenos favoritos del año en salas comerciales. Sólo una entró en la lista anterior, pero todas merecen la pena. Obviamente, me falta más de una interesante por ver, como Lady Chatterley o los últimos Auster (en quien confío a pesar de las furibundas críticas) y Ang Lee. Y claro, aparte de las joyas ocultas que hayan pasado silenciosas. Por desgracia no hay tiempo para ver todo.

1.-Inland Empire (David Lynch)
2.-El romance de Astrea y Celadón (Eric Rohmer)
3.-El bosque del luto (Naomi Kawase)
4.-Naturaleza muerta (Jia Zhang-Ke)
5.-Belle toujours (Manoel de Oliveira)
6.-María Antonieta (Sofia Coppola)
7.-Promesas del este (David Cronenberg)
8.-El sueño de Casandra (Woody Allen)
9.-Last days (Gus van Sant)
10.-En la ciudad de Sylvia (José Luis Guerín)

Y claro, antes de desear una buena entrada de año, hay que recordar que hemos tenido año Rohmer, que esperemos no sea el último. ¡Larga salud y actividad, que 88 no son nada!

jueves, diciembre 27, 2007

2007: mis 10 recuerdos literarios

Momento de balances. Hoy libros, otro día de esta semana cine. Selección dispersa y bastante caótica, pero importante para mí, creo que recomendable para cualquiera.

1.-Vila-Matas. El primero tiene que ser el nombre más importante para este blog en el último año. No sólo porque llegó, comentó, respondió, se presentó e incluso nos citó, con el acicate que eso supone y la energía que aporta a una tarea que muchas veces parece inútil y absurda. No sólo porque demuestre que se puede ser uno de los grandes sin estar endiosado, o porque cada movimiento suyo sea tan asombrosamente natural y cercano. No sólo porque me haya dejado boquiabierto, dado que nunca hubiera imaginado el alcance que puede tener un modesto blog. También porque en estos meses he leído buena parte de su obra, de la que antes sólo conocía (y ya admiraba profundamente) un par de "novelas", y porque me ha hecho reflexionar sobre cosas que nunca había imaginado y me ha hecho ver las ciudades como algo mucho más importante que un mero escenario de aventuras. ¿No es Vila-Matas el gran poeta contemporáneo de la urbe? Ahora cada calle es distinta, en cada esquina se abalanzan odradeks y en las fachadas se camuflan los sueños. Puede ser Praga, Budapest, Barcelona, Lisboa, Nantes, Veracruz. Puede ser París. Puede ser mi ciudad, tu pueblo, su aldea...


2.-Philip Roth. Cuando creía que ya había leído todo lo esencial del versátil judío, me sorprende con la impresionante novelita El animal moribundo, punzante y dolorosa, y con sus últimas vueltas de tuerca metaliterarias: Los hechos y La contravida (probablemente, su novela más ambiciosa: en estructura, contenido y valentía).



3.-La vida instrucciones de uso. Directamente, uno de los libros de mi vida, como ya comenté. Si me preguntaran qué libro de la historia de la literatura me gustaría haber escrito, no tendría ninguna duda.


4.-Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. Pensaba incluir a Murakami en general, ya que he leído cinco de sus seis libros traducidos, pero la distancia del "pájaro" con el resto me parece demasiado grande, incluso con el aplaudido Kafka en la orilla. Pese a todo, no se puede negar el encanto, a pesar de la imperfección, de cada una de sus obras. Pero si hay que leer a Murakami, por favor, lean su Crónica del pájaro que da cuerda al mundo.


5.-Corazón tan blanco. Por alguna extraña razón no había leído este título fundamental de la narrativa en castellano de los 90. Desde que lo leí se convirtió en mi favorito del autor, que siempre me cayó bien desde que me enteré de que su película favorita era El fantasma y la señora Muir (aunque para descubrimientos y revelaciones cinéfilas me quedo con su hermano). Ahora habrá que pensar en leer su mega trilogía.


6.-La subasta del lote 49. Tras algunos años vuelvo a Pynchon (aunque aún no me he atrevido con su arco iris) y la sensación no puede ser mejor. Divertidísima paranoia que da la vuelta a todas las convenciones, que nos hace compadecernos del sinsentido de nuestra propia vida. Mandar una carta nunca volvió a ser igual, aunque no queden restos.


7.-Proleterka. Mi descubrimiento de Fleur Jaeggy, del que salgo cautivado. Con su prosa cortante, tan gélida como evocadora, y su gusto por lo esencial, por el gesto, los matices. Seguiremos leyéndola.


8.-Tristam Shandy. En un año en que he dejado un poco de lado los clásicos (me sorprendo al no haber leído a ninguno de mis adorados franceses o rusos decimonónicos), el libro de Sterne ha sido, probablemente, la lectura más moderna, inteligente y divertida que ha caído en mis manos. Poco queda que no se haya dicho ya, incluida la fantástica traducción de Javier Marías.


9.-Contra la interpretación. Como ensayo, me quedo con este libro ya antiguo de la gran Susan Sontag. Algunas ideas pueden parecer muy propias de su época, pero hay que aplaudir tanto la valentía como la agudeza y profundidad de muchas observaciones. El capítulo sobre Vivre sa vie, probablemente, mi lectura de cine favorita.


10.-Pessoa. Por último, el que siempre está para momentos inciertos. Cuando una novela es una losa pero quieres leer algo realmente íntimo y concreto, es una gozada abrir a cualquiera de los múltiples pessoas. Porque todas las listas de amor son ridículas.

lunes, diciembre 24, 2007

La única tradición que vale la pena

Bienvenidos a Bedford Falls.

Bufalo no puede dormir.

Un año más.



Digan lo que digan, para mí siempre fue una película de terror.

Esta noche.

Canal Extremadura TV: 23:10
Canal 9: 2:00
Castilla-La Mancha TV: 2:00
Canal Sur: 3:30

Y seguro que en algunas locales perdidas...

Navidad sin Solaris

Albacete. 24 de diciembre. 0:24 AM. Los neones navideños lucen tenuamente. Me asomo a la ventana y veo tres tristes hileras atravesando la calle como funambulistas clónicos. Un árbol verde en el centro y dos lágrimas de sangre en los extremos; uniéndolos, dos arcos dorados dibujan sonrisas inconscientes. Multiplicado por tres. Miro al fondo y no veo nada. Los adornos brillan aislados, sin continuidad, como vestigios que desaparecen al mirar a lo largo de una calle quebrada y rota, triste en el olor de sus entrañas, tan pálida en mitad de la noche que no es capaz de quejarse. Dejo pasar el aire gélido a través del hueco por que asomo la cabeza, pero es necesario respirar el color de las baldosas. No llueve, pero podría estar lloviendo. Cierro la ventana. La baldosa por la que pasa el tubo de la calefacción empieza a enfriarse. Parece que todo se apaga. En realidad no sentimos nostalgia por lo que tuvimos, sino por lo que ahora no podemos tener. Tarkovski lo comprendió y rodó Solaris. Virginia Woolf lo pensó toda su vida.

No sé si Solaris y La Zona son la misma cosa, pero en todo caso la diferencia sería la misma que la existente entre el sueño y el deseo y, si todo anhelo no es más que una experiencia onírica, lo único que queda es interrogarnos sobre nuestra propia identidad. Puede ser absurdo confabular con el deseo, puede ser estúpido pretender algo que nunca estuvo al alcance aunque algún día nos hubiera sorprendido un espejismo. ¿Es aconsejable disfrutar de ese espejismo a costa del posible haraquiri posterior? El protagonista de Solaris llega a la nave con la ilusión de un zombi desganado; allí, el extraño planeta materializa sus sueños generando en un cuerpo de neutrinos a su esposa muerta diez años atrás. Pero no es su esposa, es su reflejo, es la idea que él tenía de ella corporeizado en una materia que puede revivir una y otra vez. ¿Cuál es el límite de lo humano? ¿Dónde está el replicante que es capaz de sentir mucho más que cualquier persona real? Finalmente hay que abandonar la nave, el momento que inevitablemente llega, y el cuerpo de neutrinos no puede seguirnos. ¿Merece la pena el gozo de un instante que multiplique por diez el sufrimiento posterior? ¿Es preferible vivir en una asepsia cerebral y neutra? ¿Se puede vivir en la Tierra habiendo pasado por Solaris?

Quizás Solaris sea la gran película navideña, la que encarna realmente el "espíritu", el vacío de una vida imposible de respirar y el dolor por lo que no se puede alcanzar a pesar de haberlo soñado. Porque todos sabemos que los Reyes Magos ignoran las cosas importantes, así que en nuestra carta no podremos pedir ese inhibidor de deseo que algunos intentamos llevar cada mañana y al que, de vez en cuando, como un milagro que no podemos creer y sin embargo creemos, algo (o alguien) hace estallar.

¿Quién quiere comentar películas? ¿Quién quiere comentar libros? No sé si hablar de uno mismo en público es egocéntrico, quizás en el fondo sea lo único sobre lo que podemos expresarnos; de cualquier manera siempre quise evitarlo. Por eso algunos me llaman cobarde. Claro, no sólo por eso. ¿A quién no le gusta gustar?

De todos modos, a veces es mejor el dolor que la apatía. Desde luego, para comentar libros y pelis, recomendamos la asepsia.

Y hablando de nostalgia, una canción navideña, algunos aún no habíamos nacido:


miércoles, diciembre 19, 2007

Narrativas, enero

Ya está disponible el nuevo número de la revista Narrativas. Además, en esta ocasión tenemos especial sobre Vila-Matas, donde se incluye lo que puse por aquí sobre Exploradores del abismo :)

Para los que la conocen, no tengo que decir nada; los que no, sólo necesitan un par de clicks de ratón y descubrir la excelente labor de los editores Carlos Manzano y Magda Díaz.
Larga vida.

lunes, diciembre 10, 2007

Terrence Malick, viaje y conquista

"Un hombre mira a un pájaro muriéndose y piensa que sólo existe el dolor, que la muerte tiene la última palabra. Se ríe de él. Otro hombre mira el mismo pájaro y siente la gloria. Algo sonríe dentro de él."
(La delgada línea roja)

Una de las claves fundamentales de la obra de Terrence Malick radica en su rigurosísimo respeto por la naturaleza subjetiva de la mirada, y en la convicción de que la percepción depende absolutamente de la emoción sensorial de cada cual. En sus cuatro películas, el director tejano reivindica la libertad individual a través de ese retrato de la subjetividad, que desarrolla de diferente manera en cada una de sus obras, ya sea mediante el diario íntimo, susurrado, secreto, de Malas tierras (Badlands, 1973) y Días del cielo (Days of Heaven, 1978), o a través del contrapunto polifónico de voces de La delgada línea roja (The Thin Red Line, 1998) y El nuevo mundo (The New World, 2005).

Aunque Malas tierras pueda parecer una emulación de los logros europeos de Jean Luc Godard, su poética seca y evocadora, no demasiado rigurosa, la emparenta directamente con dos cineastas tan personales como John Ford o Charles Laughton. La huída de Kit y Holly en medio de una naturaleza atónita no difiere demasiado de la de los niños en la barca espectral de La noche del cazador (The Night of the Hunter, Charles Laughton, 1955), y el retrato del paisaje como reflejo interior de los personajes parece hacernos recordar alguno de los westerns del hombre del parche. Sin embargo, a partir de Días del cielo podemos pensar en cineastas más alejados de Hollywood como F.W. Murnau, Jean Renoir, Jean Vigo, Alain Resnais o Werner Herzog...

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miércoles, diciembre 05, 2007

El bosque del luto: de la ausencia y la esperanza


Parece Naomi Kawase empeñada en construir, con cada nueva película, un tupido puzzle de elegías a la ausencia a través de las que dibujar un intemporal mapa del vacío contemporáneo. Con un estilo muy orientalizado, digno heredero del emocionante cine familiar de Yasujiro Ozu y de las modernas variaciones de Hou Hsiao Hsien, haciendo del fuera de campo y de las interacciones imagen-sonido elegantes métodos de hacernos ver el misterio, las películas de la directora nipona parecen conectar en lo más hondo con el espíritu de Paul Thomas Anderson, alejadísimo de ella tanto en formas como en geografía. Ambos comparten una misma curiosidad en la mirada, como si se cuestionaran la realidad a cada momento, sorprendiéndonos con cada imagen y escrutando los paisajes -el valle de San Fernando, el bosque de Mogari- como si intentaran penetrar en el alma de los personajes, sin perder la conciencia de que el mundo actual se define, precisamente, por un hermetismo que convierte lo emocional en una catarsis íntima.

Quizás con menos rigor que en las conocidas Suzaku y Shara (hay una muy discutible "explicación" de la película por parte de un monje budista), El bosque del luto supone una continuación de un concienzudo análisis sobre la pérdida familiar y su consiguiente desintegración. Sin embargo, este último film es la película más libre y desatada de su directora, a quien no importa subrayar algunos conceptos y hacer alguna concesión formal para mostrarnos la única salvación ante la desgracia: la belleza. Y no hablamos sólo de una belleza compositiva, del extremo cuidado con que se traza (Kawase parece no rodar, sino trazar como un pintor) cada plano, con que se alimentan los sonidos, las texturas y las impresiones reticulares; el film nos sorprende con una belleza buscada en la comunión de espíritus contrapuestos, al modo de la filosofía budista, que, sin embargo, se retroalimentan para sobrevivir a costa del reflejo que supone el uno del otro. Kawase ha compuesto su película más física, porque sabe que es el vehículo idóneo de expresar los sentimientos, lo cual llama aún más la atención dentro de una filmografía normalmente tan aséptica y contenida como la oriental. Para eso es necesario atravesar un momento de clímax que rompe todas las ataduras, del mismo modo que el baile de Shara o el jugueteo en la azotea de Suzaku. Por supuesto, la lluvia vuelve a estar presente y juega un papel fundamental, que nos lleva otra vez a Paul Thomas Anderson y su mágica lluvia de Magnolia, también presente en otras manifestaciones de la cultura japonesa, como uno de los últimos libros de Haruki Murakami, Kafka en la orilla.

Aparte del inefable valor sensorial de la película, es destacable cómo se sugiere la reconstrucción de un pasado a partir de un par de detalles que se antojan decisivos para la actual situación anímica de los dos protagonistas, los cuales viven prisioneros de ese pasado: una mediante la omisión y otro mediante la reiteración. Y de esta necesidad por conocer los precedentes emerge el optimismo empañado de tristeza que siempre deja traslucir el cine de Naomi Kawase. Puede que las tragedias nunca resultan deseables, pero no se puede negar que configuran nuestra propia identidad y consruyen inevitablemente nuestra interacción con el presente. Por ese motivo parecen inevitables la asimilación y la búsqueda de intimidad. Y si es posible, claro, la búsqueda de una intimidad compartida.

Resulta complejo analizar friamente una película tan emocionalmente cautivadora, y Kawase sabe que la única forma de compartir la profundidad de sus sentimientos pasa por la desnudez y el despojamiento, por la sinceridad de una viva cámara al hombro, (herencia de su vocación documentalista) que no por casualidad se mueve en absoluta libertad en busca de una verdad que no tiene porqué restringirse a vivir fuera de los límites de la ficción.

Sin duda, El bosque del luto es uno de los estrenos del año, una de las películas más bellas y conmovedoras que se hayan podido ver en el cine en mucho tiempo.