La ironía como asunto literario resulta una componente ciertamente peligrosa, y no sólo porque pueda utilizarse como excusa para grandes maldades. Además de eso, puede ser un arma de doble filo que sirva, por una parte, como elemento de complicidad con el lector, haciéndole entrar en un mundo de juego que revele verdades inexpresables en su cruda realidad; al mismo tiempo, también puede colocar al autor en un plano superior a los personajes, como un gran demiurgo que se ríe de ellos (y del lector al mismo tiempo) menospreciando todo aquello que considera lejos de su dominio. Experimento esta sensación al leer a ciertos autores que, a pesar de ello, me gustan mucho, y pienso en Oscar Wilde (dentro de una línea más clásica) o en Kurt Vonnegut (en parámetros más modernos). Ambos diseñan jugadas maestras en las que el ingenio se alía con el humor más corrosivo con resultados muy estimulantes, pero tambien algo agresivos y soberbios.
Creo que una de las grandes virtudes de Vila-Matas es trazar las líneas directrices de sus personajes a través de una ironía vista a pie de tierra, sin sobrevolar sus cabezas con aviones de combate listos para el ataque. Todo se observa con la premisas de la comprensión, lo que lleva a una cierta ternura con la que se compadece de sí mismo. Porque si uno no es capaz de compadecerse de sí mismo, menos será de compadecer a los demás. De esta manera, no sólo se aleja de la temible caricatura que suele acompañar al relato humorístico, sino que también nos permite admirarnos ante la verdad de lo que se nos expone. Quizás no sea la realidad, pero poco importa, porque podemos ver la verdad. Dualidad esta, por otra parte, muy vilamatiana.
Salvado este importante escollo, Vila-Matas nos invita a una relectura del clásico de Hemingway, París era una fiesta, trazando divertidos paralelismos, y parece señalarnos que el cambio de valores, actitudes y sentimientos entre su época (con un mayo del 68 tan cercano como invisible) y la del narrador estadounidense, no impide que las íntimas preocupaciones existenciales sean, al fin y al cabo, las mismas de siempre. Por esta razón, tomando a Samuel Becket como bisagra, se nos dibuja un hilo muy sutil entre los cuellos de Hemingway y Margarite Duras; un hilo que pende de la nada, del vacío que tanto asusta a los que han llegado demasiado lejos, y su propia condición de artistas les bloquea hasta que ven tapiada la última salida. Hay algún momento estremecedor en esa parte del libro, articulada como un coro de capítulos que nos llevan en volandas de una reflexión a otra, abriendo interesantísimas puertas como la que esconde el tema de la desaparición, que será ampliamente tratado y explotado con maestría en la posterior Doctor Pasavento.
Las diferencias entre París era un fiesta y París no se acaba nunca son claras y bastante evidentes, desde los aspectos formales hasta un contenido enfocado hacia dentro en el primer caso y hacia afuera en el segundo. La prosa directa, seca y evocadora de Hemingway se ve sustituida por un estilo más ramificado y altisonante, lleno de disgresiones y cambios de ritmo. En cierto modo, una frase de Hemingway puede equivaler a un plano fijo de John Ford, a una flor de cactus sobre un ataud de madera, mientras que una frase de Vila-Matas se parece más un plano de Godard,con autonomía y vida propia, referencial, divertido y elocuente. Sin embargo, lo que más interesa a Vila Matas no es actualizar las vivencias del pescador barbudo, sino hacer una reinterpretación, respetuosa y sosegada, huyendo del mito y riéndose de la propia tendencia de su protagonista (¿de él) a la mitificación. ¿Importa ser infeliz si se ha aprendido a escribir a máquina?
En definitiva, sólo puedo decir que resulta una gozada leer esta novela-autobiografía-ensayo o lo que quiera ser. Poco importa el encasillamiento, precisamente porque el autor ha luchado siempre contra todo tipo de encasillamiento, tanto personal como global. ¿Por qué poner límites? ¿Por qué encajonar la literatura? Lo único que merece la pena es amarla huyendo de la necesidad de clasificación, que surge como consecuencia del utópico deseo del hombre de abarcar-todo-lo-que-se-conoce. Sólo hay que dejarse llevar. Jugar. ¡Suerte!
(Tengo la impresión de que menciono a Godard en cada cosa que escribo. ¿Estoy obsesionado, realmente es tan importante, o simplemente representa una cierta idea de modernidad encarnada por otros muchos autores?)
Creo que una de las grandes virtudes de Vila-Matas es trazar las líneas directrices de sus personajes a través de una ironía vista a pie de tierra, sin sobrevolar sus cabezas con aviones de combate listos para el ataque. Todo se observa con la premisas de la comprensión, lo que lleva a una cierta ternura con la que se compadece de sí mismo. Porque si uno no es capaz de compadecerse de sí mismo, menos será de compadecer a los demás. De esta manera, no sólo se aleja de la temible caricatura que suele acompañar al relato humorístico, sino que también nos permite admirarnos ante la verdad de lo que se nos expone. Quizás no sea la realidad, pero poco importa, porque podemos ver la verdad. Dualidad esta, por otra parte, muy vilamatiana.
Salvado este importante escollo, Vila-Matas nos invita a una relectura del clásico de Hemingway, París era una fiesta, trazando divertidos paralelismos, y parece señalarnos que el cambio de valores, actitudes y sentimientos entre su época (con un mayo del 68 tan cercano como invisible) y la del narrador estadounidense, no impide que las íntimas preocupaciones existenciales sean, al fin y al cabo, las mismas de siempre. Por esta razón, tomando a Samuel Becket como bisagra, se nos dibuja un hilo muy sutil entre los cuellos de Hemingway y Margarite Duras; un hilo que pende de la nada, del vacío que tanto asusta a los que han llegado demasiado lejos, y su propia condición de artistas les bloquea hasta que ven tapiada la última salida. Hay algún momento estremecedor en esa parte del libro, articulada como un coro de capítulos que nos llevan en volandas de una reflexión a otra, abriendo interesantísimas puertas como la que esconde el tema de la desaparición, que será ampliamente tratado y explotado con maestría en la posterior Doctor Pasavento.
Las diferencias entre París era un fiesta y París no se acaba nunca son claras y bastante evidentes, desde los aspectos formales hasta un contenido enfocado hacia dentro en el primer caso y hacia afuera en el segundo. La prosa directa, seca y evocadora de Hemingway se ve sustituida por un estilo más ramificado y altisonante, lleno de disgresiones y cambios de ritmo. En cierto modo, una frase de Hemingway puede equivaler a un plano fijo de John Ford, a una flor de cactus sobre un ataud de madera, mientras que una frase de Vila-Matas se parece más un plano de Godard,con autonomía y vida propia, referencial, divertido y elocuente. Sin embargo, lo que más interesa a Vila Matas no es actualizar las vivencias del pescador barbudo, sino hacer una reinterpretación, respetuosa y sosegada, huyendo del mito y riéndose de la propia tendencia de su protagonista (¿de él) a la mitificación. ¿Importa ser infeliz si se ha aprendido a escribir a máquina?
En definitiva, sólo puedo decir que resulta una gozada leer esta novela-autobiografía-ensayo o lo que quiera ser. Poco importa el encasillamiento, precisamente porque el autor ha luchado siempre contra todo tipo de encasillamiento, tanto personal como global. ¿Por qué poner límites? ¿Por qué encajonar la literatura? Lo único que merece la pena es amarla huyendo de la necesidad de clasificación, que surge como consecuencia del utópico deseo del hombre de abarcar-todo-lo-que-se-conoce. Sólo hay que dejarse llevar. Jugar. ¡Suerte!
(Tengo la impresión de que menciono a Godard en cada cosa que escribo. ¿Estoy obsesionado, realmente es tan importante, o simplemente representa una cierta idea de modernidad encarnada por otros muchos autores?)
15 comentarios:
No he leído nada de Vila-Matas, pero es uno de esos tipos, como Bolaño, a los que, a pesar de oír mencionar constantemente, apetece leer. Ahora, lo he visto en dos entrevistas y qué cosa más borderline, por favor.
Tal vez encuentres un París intermedio en Cortázar, visto desde el latinoamericanismo. También me gustó el que retrataba Terenci Moix en, creo que era, Extraño en el paraíso, el París que se acaba y da paso al Londres de mediados de los 70 y 80.
Bolaño y Vila-Matas son dos de mis autores favoritos, como he dicho ya alguna vez :) A mí no me parecen nada mal las entrevistas que he leído a Vila-Matas, siempre me ha parecido un hombre muy humilde y cabal.
Aquí dejo un ejemplo, a propósito de París no se acaba nunca.
Justo hoy he vuelto a empezar Rayuela para librarme del trauma que me produjo en la adolescencia, jeje.
Es posible que próximamente hable bastante de París por aquí...
Gracias por el comentario Zazou, y un saludo!
No, lo de borderline no iba por ahí. Me refería a entrevistas en televisión. Cuando lo veas, si es que vuelve a haber hueco para él en la tele, comprenderás lo que digo. Te juro que, la última vez que lo vi en el programa de Rioyo, el tipo parecía recién lobotomizado.
No sé, no sé, a mí Cortázar me sigue pareciendo demasiado artificioso en sus novelas, aunque no le discuto la maestría. Borges tuvo el buen gusto de quedarse de cuentista. Intentar ser Joyce y Nabokov, y encima sin disponer del inglés, le lleva a servir unos platos que a veces cuesta tragar. Pero al menos en entrevistas y cartas ironizaba mucho sobre sus excesos de estilo.
Este libro es una recomendación fantástica para todos lo que amamos la literatura y con respecto a la frase final, creo que hay elementos godardianos en cada reseña que escribes. Saludos!
Bueno, para los despistados como yo dejo un enlace de la Wikipedia: borderline
Gracias por los comentarios Zazou y Budokan! Un saludo!
Hola. Es cierto lo de Godard en París no se acaba nunca, donde me dediqué a puntuar muchos episodios con citas literarias (tal como hacía Godard de forma casi abusiva en sus primeras películas: un sistema que fue homenajeado por Edgardo Cozarinsky en un libro poco conocido, Vudú urbano, libro extraño y muy recomendable)
Te mando por e-mail dos fotos inéditas, que tal vez te resulten útiles algún día.
Enrique
Mala caligrafia en el anterior post, pero eso no quiere decir que sea bordeline sino que ha habido un problema tecnico.
el libro de Cozarinsky es Vudu urbano.
Todo un honor recibir esta visita. Y confirmo que ya tengo las fotos en mi poder :)
Y Cozarinsky también va a la cola de libros para el verano (aunque por detrás de Emmanuel Bove, que me fascinó en cuanto leí sobre él en Doctor Pasavento). Según he visto, el argentino también se dedica al cine, y su última película, Ronda nocturna, es del año 2005.
Dejo también un interesante artículo que acabo de encontrar sobre Vudu urbano, de Eduardo Berti.
Entrar en el mundo de Vila-Matas equivale a entrar en un bucle literario infinito. Y con gran alegría.
Muchas gracias Enrique. Los que me creen obsesionado por Godard ya pueden comprobar que no es manía personal. Simplemente me persigue.
Un saludo!
Ah, y me encanta la ironía de la segunda respuesta, jejejeje.
en el homenaje cinematográfico que se le dispensó al libro en la casa encendida, entre duras, ray o resnais, también se coló un godard de la primera época.
y el ciclo no podria haber dejado de ser tal sino se hubiera incluido un delicioso y raro arrieta para cerrarlo.
frescos saludos!
Vaya, pues no sabía lo de ese ciclo. En esos tiempos no frecuentaba aún La casa encendida, qué pena... (Voy a ver si encuentro qué películas concretas )
Sería realmente curioso ver lo que hacía Arrieta en esa época en que alternaba con Vila-Matas.
Lo qué sí me dio rabia fue perderme las jornadas que hubo hace unos meses sobre Walser, con los hermanos Quay y el propio Vila-Matas. En fin, otra vez será.
Un saludo Little turtle!
Jajaja, tenía que haber entrecomillado borderline. De hecho no tenía la menor idea de en qué consistía el trastorno. Me lo pegó un amigo que va siempre diciendo «¿eres borderline o qué?». La Jolie y la Reynona Wider en Inocencia Interrumpida se supone que son "borderline". Bien pensado, mi impresión fue más de "emotividad plana". Pero tengo que reconocer que ese comportamiento tan antitelevisivo en un escritor (desde el prima Arrabaliano, claro) me intrigó.
jeje
menudos piezas los quay, mira que nos avisaron de lo mala que era the piano tuner of earthquakes.
en "el paris de vila-matas" se proyecto:
india song, el ultimo tango en paris, el año pasado en marienbad, al final de la escapada, el quimerico inquilino, johnny guitar y para cerrar flammes de arrieta con charleta incluida de vila-matas
Bueno, Zazou, al final esto ha servido para que todos aprendamos algo. Y ha sido divertido y todo :)
De los Quay tenía especial interés en Institute Benjamenta, aunque, claro, estaría bien leer antes el Jakob Van Gunten de Walser.
Gracias por saciar mi curiosidad mórbida, Little, jeje. Las películas que se programaron son las más lógicas en relación al libro, aunque falte alguna que se menciona más explícitamente, como El conformista o La historia de Adela H.
Por cierto, magnífico el fragmento del libro donde se habla de la cena y la mirada de Isabelle Adjani; no me quitaba de la cabeza alguna escena de Posesión, la película que hizo con Zulawski (que, por cierto, no me entusiasma precisamente). Aunque, a decir verdad, en la propia Adela H tiene escenas en la parte de la degradación bastante tremendas...
Un saludo!
Hola, yo también quedé fascinado por esta obra de Vila-Matas.
Tiempo después leí "Al amigo que no me salvó la vida", donde además de homenajear a Thomas Bernhard en un capítulo, dejaba en muy mal lugar a Isabelle Adjani (la que aparece en Paris no se acaba nunca), como persona. Reconociéndo su belleza externa, eso sí.
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