martes, julio 11, 2006

Waking life: en busca de la identidad contemporánea


Entre la realidad y el sueño se mueve esta película de Richard Linklater, que nos cautiva con su sugerente propuesta cinematográfica para revolucionar el cine de animación. Es sabida la técnica del rotoscopio que utilizó (algo así como filmar todo con actores reales para luego colorear los fotogramas), de manera que compagina de manera impecable la idea que transmite el film con su vehículo de exhibición al público.

La película en sí misma resulta muy dispersa: los interminables diálogos tratan los aspectos más diversos de la filosofía de la vida, sin una aparente cohesión temática en el relato. Se nos presentan escenas y disertaciones yuxtapuestas, plagando los diálogos de referencias literarias, cinematográficas o artísticas (desde Sartre a Giacometti, Truffaut o Lorca) que intentan explicarnos el concepto de realidad, en un principio desde un prisma más social, incluso político si se prefiere, para derivar después en una suerte de metafísica posmoderna algo alucinógena. Y a lo que íbamos, ¿qué mejor forma de tratar estos temas que distorsionando la imagen real con la técnica rotoscópica?

Richard Linklater adora la palabra, como ha demostrado a lo largo de su carrera en obras como Antes del amanecer, Antes del atardecer o Tape, y en este sentido podemos considerarlo heredero de esa corriente francesa de culto a la oralidad. El propio director nunca ha ocultado su admiración por el cine de Eric Rohmer, del que es claro deudor, pero creo que hay una referencia todavía más importante que ésta. Al terminar la película he acudido a una web de referencia para consultar el top ten fílmico preferido por Linklater, y ahí he encontrado la respuesta. Entre esas diez obras encontramos La mamá y la puta, que ya comenté en el primer artículo de este blog, y que nos da muchas de las claves del cine de Linklater.


Probablemente mis carencias filosóficas me hayan hecho sufrir un impacto mayor con el visionado de esta película, y la teorías no estén suficientemente desarrolladas para los entendidos en la materia, pero creo que Linklater sólo quería transmitirnos un estado de ánimo. El estado de ánimo de esta juventud desorientada, que se hace preguntas sin cesar y escanea a su alrededor respuestas sin que ninguna sea la definitiva. Pero, quizás, la búsqueda de la verdad a través de la duda sea lo único que nos salve de la inane vida que en el fondo todos llevamos.


Por último, sólo quería resaltar una aparente contradicción. En los sueños podemos vivir los momentos más apasionantes que imaginemos; disfrutamos y nos regocijamos dentro de ellos apurando las opciones de vivir otras vidas, pero..., cuando percibimos estar fuera de la realidad, cuando somos consciente de la falsedad de todo, sólo queremos despertar a la vida como nos indica el título del film. Como seres humanos tenemos una necesidad imperiosa de realidad, aunque no sé si esa condición vendrá de nuestra propia naturaleza o de nuestra cultura occidental, y la mera sospecha de que lo vivido no es real hace transformar el sueño en pesadilla y el deseo en angustia. Al final puede que esto se reduzca a una cuestión de perspectiva, y la realidad sea un sueño dentro de otro sueño en el que todos participamos como extras.


Crítica de Waking life en Tren de sombras

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