El francés Claude Chabrol siempre ha sido uno de los autores menos reconocidos de la Nouvelle Vague. No tiene el tirón intelectualoide de Godard, Resnais, o Rivette, ni la cercanía de Truffaut o Rohmer, y su aparente seguidismo de Alfred Hitchcock no ha jugado nunca a su favor. Sin embargo, un dato a tener en cuenta: de este movimiento, era el director favorito de Ingmar Bergman. Ahí es nada.
Es cierto que su carrera tiene altibajos, pero yo señalaría, aun sin conocerla en su totalidad, dos etapas en absoluto estado de gracia. La primera se circunscribe a los últimos sesenta, con obras del calibre de La mujer infiel (1969), Accidente sin huella (1969), El carnicero (1970) (la que está considerada su obra maestra pero a mí me parece algo sobrevalorada, inferior al resto), y la que ahora nos ocupa, Al anochecer (1971). La segunda gran época chabroliana se desarrolla en plena madurez, en los años noventa, donde nos regaló joyas como El infierno (1994), La ceremonia (1995), No va más (1997) (ésta en clave ligera), En el corazón de la mentira (1999) y Gracias por el chocolate (2000), todas ellas de manera consecutiva.
Es cierto que su carrera tiene altibajos, pero yo señalaría, aun sin conocerla en su totalidad, dos etapas en absoluto estado de gracia. La primera se circunscribe a los últimos sesenta, con obras del calibre de La mujer infiel (1969), Accidente sin huella (1969), El carnicero (1970) (la que está considerada su obra maestra pero a mí me parece algo sobrevalorada, inferior al resto), y la que ahora nos ocupa, Al anochecer (1971). La segunda gran época chabroliana se desarrolla en plena madurez, en los años noventa, donde nos regaló joyas como El infierno (1994), La ceremonia (1995), No va más (1997) (ésta en clave ligera), En el corazón de la mentira (1999) y Gracias por el chocolate (2000), todas ellas de manera consecutiva.
En Al anochecer, Chabrol disecciona la burguesía francesa (como en casi todas sus obras) a través de un crimen que se nos muestra en el mismo arranque del film. Pero esto no es más que una excusa (sí, un mcguffin, aquí acudir a Hitchcock está más justificado que nunca) para adentrarnos en la compleja psicología de unos personajes que se mueven en una situación límite. Es inevitable pensar en Dostoyevski y en Crimen y castigo porque, a pesar de que las motivaciones y personalidad del asesino sean muy distintas en ambas obras, durante toda la película asistimos a su desmoronamiento moral, al no verse capaz de cargar con la culpa. Y a partir de aquí se nos plantean diferentes dilemas tremendamente inquietantes, que nos hacen comprobar los débiles cimientos en que se sustenta nuestra querida sociedad contemporánea (y comprobamos la validez universal de una obra de hace 35 años): la mentira, la persistencia de la amistad, el mitificado valor de la valentía y la cobardía, los límites inciertos de la responsabilidad individual, el egoísmo como atadura moral o, más bien, como laberinto al que llegamos por uno u otro camino... Mucho se podría debatir sobre estos conceptos, que la película nos plantea sin situarse en un plano superior como suelen hacer las producciones de este género, con la sabiduría de no dictar sentencia ni juicio moral alguno (para mí, ahí está su grandeza), y con la consciencia de saber que hay algo importante detrás de cada persona.
¡¡ATENCIÓN SPOILER!! El protagonista afirma que sería egoísta no entregarse a la policía. ¿No sería más bien lo contrario? ¿No es más egoísta entregarse para sobrellevar el peso de la conciencia y hacer recaer de ese modo las consecuencias de su acto sobre su esposa y sus hijos? ¿No es más valiente arriesgarse a seguir viviendo asumiendo íntimamente la culpa, sin buscar una condena expiatoria? Hay que tener en cuenta que todos los afectados conocen su culpabilidad y le han comprendido otorgándole mucho más que un perdón frío y despechado.
Las respuestas podemos buscarlas en la propia naturaleza del hombre o en nuestra milenaria educación judeo-cristiana, pero, ante todo, debemos ser conscientes del valor de la duda para evitar ser partícipes de la dictadura moral que nos rodea.
5 comentarios:
Es cierto lo que comentas de que a Chabrol le ha pesado su ausencia de ínfulas intelectualoides, que a veces se ha convertido en una auténtica rémora del cine francés. Pero incluso sus obras menores tienen una buena construcción que las vuelve, como poco, agradables, y su perspicacia para dejar al aire los mecanismos fríos y ocultos de la burguesía (algo que también le apasionaba a Hitchcock, todo hay que decirlo, ahí está "La soga") es realmente apasionante, a veces algo repetitiva, pero siempre interesante.
Muy interesante, por cierto, tu reflexión sobre la conveniencia o no de que el protagonista se entregue a la policía. Confieso que, así planteado, es muy difícil tener una respuesta...
Un saludo!
Muchas gracias por el comentario rosenrod. Supongo que con Chabrol el tiempo dictará sentencia, como con tantos otros, pero de momento el hombre sigue en activo y bastante en forma. Pronto nos llegará su próxima peli con Isabelle Huppert que, según dijeron en el festival de Berlín, es un drama judicial algo alejado de sus trabajos habituales. Habrá que verla...
Saludos!!
What're we goin' to do with the ...ers?
hydrocodone vicodin
Es un sitio muy interesante pero mme gustaria conocer mas de Claude C es muy interesante para mi.
Chabrol es un cineasta, en mi opinión, tan infravalorado como sobrevalorados están algunos de sus compañeros de generación; de su obra, aparte de las que citas entre las que se encuentran su obra maestra Al anochecer, yo destacaría Las bonnes femmes, su mejor obra según el crítico Robin Wood, el cual le dedico un buen libro(junto a M. Walker) aunque sólo llegara hasta Al anochecer; Accidente sin huella, de la misma etapa de El carnicero y La mujer infiel; un aunto de mujeres; y tengo una debilidad personal el sombrerero de Champelier, que paso desapercibida y por Una fiesta de placer, extraña y desagradable gran película.
Publicar un comentario