En este último mes hemos podido disfrutar en Madrid, gracias a la magnífica programación de la Filmoteca Nacional y La Casa Encendida, de algunas de las propuestas cinematográficas más fascinantes e intensas del último año.
De toda la cosecha del 2006 que había podido ver, ya comenté mi predilección por el póquer de películas "Cartas desde Iwo Jima" (ésta cada vez más diluída, me da la impresión)-"Una pareja perfecta"-"Woman on the beach"-"INLAND EMPIRE".(También me gustó bastante la otra mitad de Eastwood, o las últimas cosas de Sofi Coppola, de Palma, Almodóvar o Allen). Pues ahora puedo añadir otras cuatro cintas al grupo de cabeza, y sólo una de ellas me plantea dudas en determinadas ocasiones.
"Syndromes and a century" es la última creación de Apichatpong Weerasethakul, que parece reinventarse en cada obra manteniendo algunas de sus características. En este caso nos hallamos ante una película muchísimo más ligera que su anterior "Tropical Malady", un juguete que a veces parece un divertimento exquisito, una ironía inmensa, y otras se mueve entre un esteticismo algo vacuo, una indagación formal que llega a alcanzar cotas hipnóticas en momentos concretos, y una reflexión desengañada sobre las ilusiones y las formas de vida contemporáneas, mirándonos con una ternura no exenta de escepticismo. La nueva película de Apichatpong llama la atención por su riqueza (anti)narrativa, acumulando intrahistorias que pueden (o no) ser relacionadas, invocando dualidades de forma más directa que en otras ocasiones, entre lo rural y lo urbano, lo divertido y lo terrorífico, lo acogedor y lo aséptico, lo intimista y lo grandilocuente. El cóctel es jugoso y, además, digerible por todos los públicos. Me queda la duda de si Apichatpong pretende popularizarse (manteniendo detalles que le impidan perder el pretigio crítico) o si esto forma parte de su discurso global, de manera que la película cobre pleno sentido dentro de su filmografía con el paso de los años. Sinceramente, a ratos pienso que he visto una obra maestra y a ratos me siento ligeramente defraudado. Lo único indiscutible es el buen rato que hace pasar en el cine (a pesar de que el humor me ha parecido en ocasiones menos sutil de lo que se comenta, llegando incluso a rozar lo zafio) y ciertos planos que dejan literalmente boquiabierto (especialmente la penúltima secuencia, con el fantasmagórico travelling por los sótanos a lo Wang Bing, que nos viene a mostrar, más que las ruinas de lo que ha dejado de existir, la capacidad de los espacios de trascender la propia voluntad de lo humano).
La dialéctica de los personajes de "Syndromes and a century", su necesidad de contar su historia y su emoción personal, es lo que une la película con otra a la que se parece muy poco, la monumental "Juventude em marcha" de Pedro Costa. Se ha escrito ya mucho y bien sobre ella, y el propio Costa revela sus influencias en el número de mayo de Cahiers-España, hablando de Ozu, Eustache, Ford y, por supuesto, Bresson y Straub/Huillet. Yo me quedo con el comprosito (fundamental, sobre el que gravita todo el peso de la película) entre lo ético y lo estético, como ya apuntaba Carlos en su crítica de hace unas semanas (parte 1, parte 2, parte 3), y la responsabilidad con unos personajes que son tratados como personas y no como instrumentos propagandísticos, o manipulables elementos melodramáticos. La película me llena de principio a fin, y me fascina por la sutiza con que se nos narran tantas cosas, la facilidad con que se integran los diferentes tiempos (y me atrevería a decir estados mentales, con algunas escenas crudamente realistas y otras perfectamente oníricas, como la misteriosa visita al museo en que los inmigrantes custodian entre penumbras los delirios de grandeza de los acomodados). Dice Pedro Costa que en Ventura (el protagonista) se junta lo individual y lo colectivo (apelando directamente a John Ford y a sus héroes más trágicos), y yo veo además una ilusión desesperada por servir a sus "hijos", encarnando en la carta eternamente repetida la idea de que la supervivencia necesita un objetivo, una meta por la que suspirar, por muy idealista que parezca. Esto podría llevarnos a comparaciones disparatadas... ¿Capra?, o más plausibles, ¿Tarkovski y su "Zona"?. En cierto modo, esa idea me parece el reverso luminoso de lo que nos planteaba Bresson en "El diablo probablemente".
Junto a Pedro Costa, Jia Zhang Ke es otro motivo por el que el cine social puede estar de enhorabuena, porque también está colaborando en reactivar sus desgastadas entrañas. Con "Naturaleza muerta" ganó el León de oro en Venecia, en una decisión del jurado valiente y digna de elogio, que dejó en pañales a toda la crítica que no se molestó ni en ver la película. Jia mantiene la línea de "The world" en cuanto a coherencia artística y moral, y experimenta con el lenguaje (o, más que con el lenguaje, con sus elementos) al tiempo que reflexiona sobre su país, pasado, presente y futuro -China, ruinas y reconstrucción- con dos historias que funcionan a modo de espejo (como Hong Sang Soo, como Apichatpong..., ¿estamos ante una corriente de cine especular?) y se engranan sutilmente a través de un personaje bisagra. A través de ese personaje, en apariencia circunstancial, se ponen en contacto los mundos adinerados con los necesitados, y se traspasan los ideales de felicidad, de manera que se ve la vida como una continua búsqueda de aspiraciones. Toda la cinta se mueve entre la ingenuidad y la picaresca, entre el recién llegado y el que sabe los trucos, entre la necesidad de ayudar y la voluntad de desviar la mirada. Pero ante todo, el espectador sale conmovido ante lo que presencia, y siente un vértigo inabarcable que ayuda a comprender la situación en que deben verse los personajes. Y una idea surgida del interesantísimo empleo de elementos fantásticos en una película, por lo demás, totalmente realista: dado el mundo que habitamos, ¿no parece que vivamos entre extraterrestres que provocan todo aquello que vemos sin poder creer?
Y, para terminar, la película que, seguramente, más íntimamente me ha llegado. Puede que sea la que tiene pretensiones menos globalizadoras, pero no por ello su contenido es menos profundo, para lo cual no necesita salir de sus ambientes claustrofóbicos y sus relaciones cerradas a dos o tres bandas. "No quiero dormir solo" parece una acumulación de elementos de Tsai Ming Liang, pero están articulados con tanta precisión, tan brillantemente, y con tal profusión de detalles inaprensibles, que poco importa que a veces tengamos cierta sensación de "deja vu" (es inevitable pensar en "The hole" o "Vive l'amour"). A través de unos desahuciados habitantes de Kuala Lumpur (aunque no lo parezca, también hay cine social en Tsai), olvidamos sus necesidades materiales para centrarnos en la carencia de afectos, que puede ser la mayor necesidad, y con un lirismo empapado de peculiar sentido del humor (esa dostoievskiana chica condenada a vivir en la buhardilla...) nos damos cuenta de la imposibilidad de comunicación, la imposibilidad de amar en un mundo donde el humo bloquea nuestros pulmones. La película, finalmente, se abre a los amplios espacios en construcción, y así estalla la catarsis que todos los personajes buscan desesperadamente para dar un giro radical a sus vidas. Algún crítico dijo que con esta película Tsai parecía desviarse de Antonioni a Pasolini, que puede ser cierto, pero a mí me parece que, simplemente, se ha convertido en alguien muy importante, con un estilo demasiado propio como para tener que recurrir a referencia alguna. El humo corta el aliento del mismo modo que lo da una botella de suero a un moribundo, y lo que uno necesita para vivir lo quiere otro para morir. Al final poco importa más allá de dormir acompañado.
De toda la cosecha del 2006 que había podido ver, ya comenté mi predilección por el póquer de películas "Cartas desde Iwo Jima" (ésta cada vez más diluída, me da la impresión)-"Una pareja perfecta"-"Woman on the beach"-"INLAND EMPIRE".(También me gustó bastante la otra mitad de Eastwood, o las últimas cosas de Sofi Coppola, de Palma, Almodóvar o Allen). Pues ahora puedo añadir otras cuatro cintas al grupo de cabeza, y sólo una de ellas me plantea dudas en determinadas ocasiones.
"Syndromes and a century" es la última creación de Apichatpong Weerasethakul, que parece reinventarse en cada obra manteniendo algunas de sus características. En este caso nos hallamos ante una película muchísimo más ligera que su anterior "Tropical Malady", un juguete que a veces parece un divertimento exquisito, una ironía inmensa, y otras se mueve entre un esteticismo algo vacuo, una indagación formal que llega a alcanzar cotas hipnóticas en momentos concretos, y una reflexión desengañada sobre las ilusiones y las formas de vida contemporáneas, mirándonos con una ternura no exenta de escepticismo. La nueva película de Apichatpong llama la atención por su riqueza (anti)narrativa, acumulando intrahistorias que pueden (o no) ser relacionadas, invocando dualidades de forma más directa que en otras ocasiones, entre lo rural y lo urbano, lo divertido y lo terrorífico, lo acogedor y lo aséptico, lo intimista y lo grandilocuente. El cóctel es jugoso y, además, digerible por todos los públicos. Me queda la duda de si Apichatpong pretende popularizarse (manteniendo detalles que le impidan perder el pretigio crítico) o si esto forma parte de su discurso global, de manera que la película cobre pleno sentido dentro de su filmografía con el paso de los años. Sinceramente, a ratos pienso que he visto una obra maestra y a ratos me siento ligeramente defraudado. Lo único indiscutible es el buen rato que hace pasar en el cine (a pesar de que el humor me ha parecido en ocasiones menos sutil de lo que se comenta, llegando incluso a rozar lo zafio) y ciertos planos que dejan literalmente boquiabierto (especialmente la penúltima secuencia, con el fantasmagórico travelling por los sótanos a lo Wang Bing, que nos viene a mostrar, más que las ruinas de lo que ha dejado de existir, la capacidad de los espacios de trascender la propia voluntad de lo humano).
La dialéctica de los personajes de "Syndromes and a century", su necesidad de contar su historia y su emoción personal, es lo que une la película con otra a la que se parece muy poco, la monumental "Juventude em marcha" de Pedro Costa. Se ha escrito ya mucho y bien sobre ella, y el propio Costa revela sus influencias en el número de mayo de Cahiers-España, hablando de Ozu, Eustache, Ford y, por supuesto, Bresson y Straub/Huillet. Yo me quedo con el comprosito (fundamental, sobre el que gravita todo el peso de la película) entre lo ético y lo estético, como ya apuntaba Carlos en su crítica de hace unas semanas (parte 1, parte 2, parte 3), y la responsabilidad con unos personajes que son tratados como personas y no como instrumentos propagandísticos, o manipulables elementos melodramáticos. La película me llena de principio a fin, y me fascina por la sutiza con que se nos narran tantas cosas, la facilidad con que se integran los diferentes tiempos (y me atrevería a decir estados mentales, con algunas escenas crudamente realistas y otras perfectamente oníricas, como la misteriosa visita al museo en que los inmigrantes custodian entre penumbras los delirios de grandeza de los acomodados). Dice Pedro Costa que en Ventura (el protagonista) se junta lo individual y lo colectivo (apelando directamente a John Ford y a sus héroes más trágicos), y yo veo además una ilusión desesperada por servir a sus "hijos", encarnando en la carta eternamente repetida la idea de que la supervivencia necesita un objetivo, una meta por la que suspirar, por muy idealista que parezca. Esto podría llevarnos a comparaciones disparatadas... ¿Capra?, o más plausibles, ¿Tarkovski y su "Zona"?. En cierto modo, esa idea me parece el reverso luminoso de lo que nos planteaba Bresson en "El diablo probablemente".
Junto a Pedro Costa, Jia Zhang Ke es otro motivo por el que el cine social puede estar de enhorabuena, porque también está colaborando en reactivar sus desgastadas entrañas. Con "Naturaleza muerta" ganó el León de oro en Venecia, en una decisión del jurado valiente y digna de elogio, que dejó en pañales a toda la crítica que no se molestó ni en ver la película. Jia mantiene la línea de "The world" en cuanto a coherencia artística y moral, y experimenta con el lenguaje (o, más que con el lenguaje, con sus elementos) al tiempo que reflexiona sobre su país, pasado, presente y futuro -China, ruinas y reconstrucción- con dos historias que funcionan a modo de espejo (como Hong Sang Soo, como Apichatpong..., ¿estamos ante una corriente de cine especular?) y se engranan sutilmente a través de un personaje bisagra. A través de ese personaje, en apariencia circunstancial, se ponen en contacto los mundos adinerados con los necesitados, y se traspasan los ideales de felicidad, de manera que se ve la vida como una continua búsqueda de aspiraciones. Toda la cinta se mueve entre la ingenuidad y la picaresca, entre el recién llegado y el que sabe los trucos, entre la necesidad de ayudar y la voluntad de desviar la mirada. Pero ante todo, el espectador sale conmovido ante lo que presencia, y siente un vértigo inabarcable que ayuda a comprender la situación en que deben verse los personajes. Y una idea surgida del interesantísimo empleo de elementos fantásticos en una película, por lo demás, totalmente realista: dado el mundo que habitamos, ¿no parece que vivamos entre extraterrestres que provocan todo aquello que vemos sin poder creer?
Y, para terminar, la película que, seguramente, más íntimamente me ha llegado. Puede que sea la que tiene pretensiones menos globalizadoras, pero no por ello su contenido es menos profundo, para lo cual no necesita salir de sus ambientes claustrofóbicos y sus relaciones cerradas a dos o tres bandas. "No quiero dormir solo" parece una acumulación de elementos de Tsai Ming Liang, pero están articulados con tanta precisión, tan brillantemente, y con tal profusión de detalles inaprensibles, que poco importa que a veces tengamos cierta sensación de "deja vu" (es inevitable pensar en "The hole" o "Vive l'amour"). A través de unos desahuciados habitantes de Kuala Lumpur (aunque no lo parezca, también hay cine social en Tsai), olvidamos sus necesidades materiales para centrarnos en la carencia de afectos, que puede ser la mayor necesidad, y con un lirismo empapado de peculiar sentido del humor (esa dostoievskiana chica condenada a vivir en la buhardilla...) nos damos cuenta de la imposibilidad de comunicación, la imposibilidad de amar en un mundo donde el humo bloquea nuestros pulmones. La película, finalmente, se abre a los amplios espacios en construcción, y así estalla la catarsis que todos los personajes buscan desesperadamente para dar un giro radical a sus vidas. Algún crítico dijo que con esta película Tsai parecía desviarse de Antonioni a Pasolini, que puede ser cierto, pero a mí me parece que, simplemente, se ha convertido en alguien muy importante, con un estilo demasiado propio como para tener que recurrir a referencia alguna. El humo corta el aliento del mismo modo que lo da una botella de suero a un moribundo, y lo que uno necesita para vivir lo quiere otro para morir. Al final poco importa más allá de dormir acompañado.
11 comentarios:
Me sorprendió mucho coger la Film Comment de mayo/junio y ver que Gavin Smith se ventilaba I don't want to sleep alone con dos estrellas y ademas la critica de chuck stephens me parece algo ramplona.
En fin, por lo demás, todas las que dices me gustaron mucho, quizás Still Life la que menos, no logro hacerme con esa respuesta pausada ante los hechos que suceden... serán cosas mías.
Por cierto, por Internet se puede rastrear un pequeño cuestionario que Nathan Lee le formulo a Apichatpong, bastante jugoso en alguna respuesta.
A ver si te veo otro día con mas tiempo y comentamos alguna cosilla mas.
Espero impaciente el día en que haya podido ver las de Apicha y Tsai; consideraría por terminada, grosso modo, la cosecha del año 2006. Un año maravilloso, todo sea dicho. Por ahora mis 5 favoritas han sido:
1- Juventude em marcha
2- Woman on the beach
3- Quei loro incontri
4- Un couple parfait
5- Inland Empire.
Gracias por los enlaces una vez más, Little Turtle, eres una fuente inagotable. :)
No me sorprende demasiado la tibia acogida a la peli de Tsai, debido a ese carácter recopilatorio que comentaba, pero, desde luego, echo en falta algún defensor más radical, jeje. A mí me parece que ha conseguido poner la guinda de la corona.
Y de las respuestas de Apichatpong me sorprende la última. Reconoce su voluntad de hipnotizar al público en el cine, pero en eso justifica la utilización de celuloide a costa del video digital que él tan bien domina. Creo que una buena contestación a eso estaría en lo último de Lynch.
Carlos, en cuanto puedas intenta verlas. Yo me perdí la de los Straub, y eso que la pusieron un par de veces en la Filmoteca y creo que otra en el Reina Sofía :(. Pero bueno, espero que haya nuevas ocasiones.
Un saludo!!
Por cierto, mañana sale el segundo número de Cahiers, que pinta estupendo: Cannes, Godard, Rivette, Fassbinder... Espero que la variedad de contenidos no incida en una excesiva dispersión y falta de profundidad. Vistas las firmas, hay buenas vibraciones.
Y también ha salido el nuevo número de Miradas, con la segunda parte del reportaje europeo y algunos artículos muy interesantes de cineastas del viejo continente.
Más que interesante este resumen que condensa un poco lo que fue la producción del año pasado en materia de otras propuestas. La de Tsai Ming Liam es muy atractiva y los puntos que utilizas para describirla son más que acertados. Saludos!
Hola
Pues en efecto nos cruzamos porque yo fui a la sesión de las 18, iba con little turtle (ver arriba) y creo que hizo una alusión a tu blog porque se paró a saludarte.
Tengo como tu la sensación de que estas han sido semanas muy fructíferas, no solo por Tsai, sino por Apitchanpong y su sótano lleno de prótesis, y sus orquídeas, y por Pedro Costa. Recuerdo especialmente dos personas, en una de esas habitaciones, imaginándose animales de la selva a partir de las manchas en la pared, dándose cuenta de que en los nuevos pisos esa posibilidad de imaginar no iba a estar presente. Qué cerca estamos de todo eso, en realidad, y en muchos sentidos.
Gracias Budokan! Es imposible abarcar todo un año, pero esto es lo que he podido ver los últimos días, en los que he tenido que seleccionar mucho las películas que veía. A partir de mañana, que quedo libre, será otra historia :).
Elena, esto de los blogs me sorprende cada día porque de vez en cuando nos hace creer que podemos abarcar el mundo. Y lo mismo digo de la Filmoteca y aledaños... Por cierto, en las tres pelis (Tsai-Costa-Apicha) me tocó la sesión con el hombre roncador, y para colmo me sentaba muy cerca de él, jeje. Al menos en la de Apicha estuvo más contenido (según mi teoría, debido a que el aire acondicionado estaba más flojo :P).
Un saludo!!
Pues a mi me tocó en Apitchanpong el roncador al lado, y si sólo fuera por los ronquidos todavía, pero es que el tipo despedia un olor algo desagradable. Vete tu a saber quién es y de donde sale ese personaje. La filmoteca desde luego está trufada de cosas así.
Uy, y yo quejándome, jejeje. Lo de estar a su lado ya tuvo que ser tremendo. Al menos ya sabes quién es para la próxima... Si yo voy a ese pase, él seguro que también está :P
Al menos esa gente le da un encanto especial a la filmoteca... :)
Está genial que haya bloggers atentos a "otras cinematografías". Es necesario, pero reconozcamos que valen para un ratito, que acaban saturando y que, con los años, uno se vuelve más clásico. Además, según veo en tu perfil, eres bastante "occidentaL" o "hollywoodiano" en tus gustos. ¡¡Enhorabuena por el blog!! Un saludo
Muchas gracias!! Pues sí, yo siempre he estado entre dos aguas. Los partidarios del cine de Hollywood me llaman raro y los de los "otros cines" demasiado convencional... Crecí con el programa de Garci, así que es normal que me gusten los "clásicos". Más adelante fui adentrándome en todo aquello que parecía ajeno a "¡Qué grande es el cine!" y que convertían un programa teóricamente magnífico (aparte de otros aspectos), en algo bastante deficiente.
Así que me gusta alternar, aunque algunos directores de "otras cinematografías" no me saturan nunca (y con los años creo que soy cada vez menos clásico, jeje) :)
Gracias por el comentario y un saludo!!
Bueno, creo que empezaré a escribir un poco más de clásicos, que tampoco está nada bien olvidarlos y disfruto mucho con ellos.
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