Resulta complicado escribir algo sobre una película de Robert Bresson, porque para no traicionar su legado deberíamos ser absolutamente precisos, rigurosos, y alejarnos de todo ornamento. La evolución de su estilo con los años, además de la consabida depuración de formas, arrastró un giro ideológico en el que lo religioso vino a desembocar en un nihilismo tan turbador que llega a resultar peligroso, convirtiéndolo en uno de los directores más radicales de la historia del cine.
Ya en su penúltima película, El diablo probablemente, mostraba un absoluto desapego y desprecio por las cosas de este mundo. Estoicismo y sufrimiento ya no llevan a la redención, y ni siquiera el suicidio puede liberarnos de la presión de la sociedad, como sucedía en Mouchette, donde el sufrimiento procedía de individuos concretos. Éste, por el contrario, tiene en las dos últimas obras de Bresson un claro componente existencial, inherente a la propia vida. De esta filosofía proviene la negación de la retórica, el gusto por lo concreto a través de lo elíptico (aunque parezca una contradicción: la paradoja es el mismo Bresson), la no-interpretación de los actores..., todas ellas características heredadas de la etapa "religiosa" del director francés, que son llevadas al extremo en la parte final de su filmografía.
Toda la primera parte de El dinero se desarrolla a un ritmo vertiginoso, siguiendo la pauta clásica de la relación causa-efecto, e incluso utilizando alguna artimaña narrativa ya vista en el cine más comercial. Más concretamente, me refiero a la manera de presentar a los personajes y su relación con la cámara, desarrollada a través de un billete falso que pasa de mano en mano, al modo de Anthony Mann en su Winchester 73. Este billete, metáfora del poder diabólico del capital, irá contagiando de maldad a sus poseedores, como una plaga que les hiciera renegar de sí mismos y olvidar sus principios, si alguna vez los tuvieron. De todos modos, parece decirnos Bresson, ¿de qué sirve tener principios en un mundo donde todo es corrupción?
Estas ideas, junto con la atmósfera malsana, la sequedad en los comportamientos y un tratamiento del color acorde con cada sentimiento desprendido, acercan la última película de Bresson a la obra del alemán Fassbinder, quien, no por casualidad, siempre colocaba El diablo probablemente en su lista de favoritas.
Es la segunda mitad de El dinero la que resulta más bressoniana. No sólo por las brutales elipsis que eliminan los momentos clave de la acción (en una forma de narrar de la que han aprendido enormemente directores contemporáneos fundamentales, como Claire Denis o Hou Hsiao Hsien), sino también por la supresión del análisis psicológico, la eliminación de causas que motivan un determinado comportamiento. De este modo, lo que al principio de la película parecía una moderación del estilo de Bresson, una adecuación a las formas ordinarias, se convierte en una revolución que nos dice que toda causa es accidental, y que su existencia no va más allá de una superficie que no esconde ninguna verdad.
Bresson adapta en El dinero el relato de Tolstoi El billete falso, después de haber tenido las experiencias de otro religioso como George Bernanos (Diario de un cura rural, Mouchette) y un nihilista como Dostoievski (Cuatro noches de un soñador). Pero Bresson moldea y lleva a su terreno los personajes originales, que terminan pareciendo más hijos de Dostoievski que de Tolstoi, y a quienes convierte en los muertos vivientes que para él pueblan nuestro mundo. No apta para depresivos, la última película de Robert Bresson sirvió como testamento ideal para un irreductible del cine que no vivió lo suficiento para ver cuánta importancia y trascendencia alcanzó su legado.
Ya en su penúltima película, El diablo probablemente, mostraba un absoluto desapego y desprecio por las cosas de este mundo. Estoicismo y sufrimiento ya no llevan a la redención, y ni siquiera el suicidio puede liberarnos de la presión de la sociedad, como sucedía en Mouchette, donde el sufrimiento procedía de individuos concretos. Éste, por el contrario, tiene en las dos últimas obras de Bresson un claro componente existencial, inherente a la propia vida. De esta filosofía proviene la negación de la retórica, el gusto por lo concreto a través de lo elíptico (aunque parezca una contradicción: la paradoja es el mismo Bresson), la no-interpretación de los actores..., todas ellas características heredadas de la etapa "religiosa" del director francés, que son llevadas al extremo en la parte final de su filmografía.
Toda la primera parte de El dinero se desarrolla a un ritmo vertiginoso, siguiendo la pauta clásica de la relación causa-efecto, e incluso utilizando alguna artimaña narrativa ya vista en el cine más comercial. Más concretamente, me refiero a la manera de presentar a los personajes y su relación con la cámara, desarrollada a través de un billete falso que pasa de mano en mano, al modo de Anthony Mann en su Winchester 73. Este billete, metáfora del poder diabólico del capital, irá contagiando de maldad a sus poseedores, como una plaga que les hiciera renegar de sí mismos y olvidar sus principios, si alguna vez los tuvieron. De todos modos, parece decirnos Bresson, ¿de qué sirve tener principios en un mundo donde todo es corrupción?
Estas ideas, junto con la atmósfera malsana, la sequedad en los comportamientos y un tratamiento del color acorde con cada sentimiento desprendido, acercan la última película de Bresson a la obra del alemán Fassbinder, quien, no por casualidad, siempre colocaba El diablo probablemente en su lista de favoritas.
Es la segunda mitad de El dinero la que resulta más bressoniana. No sólo por las brutales elipsis que eliminan los momentos clave de la acción (en una forma de narrar de la que han aprendido enormemente directores contemporáneos fundamentales, como Claire Denis o Hou Hsiao Hsien), sino también por la supresión del análisis psicológico, la eliminación de causas que motivan un determinado comportamiento. De este modo, lo que al principio de la película parecía una moderación del estilo de Bresson, una adecuación a las formas ordinarias, se convierte en una revolución que nos dice que toda causa es accidental, y que su existencia no va más allá de una superficie que no esconde ninguna verdad.
Bresson adapta en El dinero el relato de Tolstoi El billete falso, después de haber tenido las experiencias de otro religioso como George Bernanos (Diario de un cura rural, Mouchette) y un nihilista como Dostoievski (Cuatro noches de un soñador). Pero Bresson moldea y lleva a su terreno los personajes originales, que terminan pareciendo más hijos de Dostoievski que de Tolstoi, y a quienes convierte en los muertos vivientes que para él pueblan nuestro mundo. No apta para depresivos, la última película de Robert Bresson sirvió como testamento ideal para un irreductible del cine que no vivió lo suficiento para ver cuánta importancia y trascendencia alcanzó su legado.
10 comentarios:
¿Te fijaste en "el milagro" de las avellanas? Santos Zunzunegui ve en ella (recordemos: el protagonista recoge una avellanas, primer plano de la mano abierta con ellas sobre la palma, y entonces sobre el negro de la chaqueta - y aqui quiere ver la intención de Bresson de negar la elipsis - se cambia de plano - como Hitch en La soga - y ahora las avellanas están peladas) uno de los momentos pregnantes del cinematógrafo bressoniano, "si algún milagro es posible, se debe a los poderes del cinematógrafo".
En cualquier caso, se crea el milagro o no, toda la secuencia es poderosamente bella.
Bresson parece hacerse en cada película más misterioso...
Imprescindible Bresson. "El dinero" es una maravilla. Pero si hay algo fundamental de su obra, es "Pickpocket", verdadero muestra del arte de la sintesis de la narrativa cinematográfica, del menos es más. Y fundamental también es "un condenado a muerte se ha escapado" con su inolvidable lección de la utilización del fuera de campo. Lean todos sus notas del cinematógrafo.
Un saludo del Canibalibro.
Acabo de volver a ver la secuencia que dices y es cierto, no me había dado cuenta. De hecho, no sabía que esos frutos fueran avellanas (no me parecían, son un poco raros..., y verdes...) ni que hubiera que pelarlos. Incultura urbana. Pero el cambio de plano me parece aún más sutil que en La soga, y es verdad lo de la negación de la elipsis. Qué cosas... Gracias Carlos :)
Nos queda la incógnita de a dónde hubiera podido llegar Bresson de haber seguido haciendo películas. Nos habría sorprendido a todos, de eso estoy seguro.
Canibalibro, por supuesto, hay que leer las Notas del cinematógrafo; posiblemente sea el libro de cine más importante después del de Hitchcock de Truffaut (alguno me dirá que por delante, también vale :P). Y elegir una película de Bresson me parece casi misión imposible. Personalmente, por afinidad, me quedo con Mouchette, pero podríamos poner casi todas las demás al mismo nivel. (Si bien sí creo que el Bresson más puro es el de Mouchette y Balthazar).
Gracias por los comentarios y un saludo!
Alguna vez he intentado escribir algo sobre "Pickpocket", tal vez la mejor película de todos los tiempos, pero me resulta imposible. En el espejo de los genios están nuestras limitaciones, y resulta imposible añadir nada a la perfección.
Saludos.
Totalmente de acuerdo Perzival. Ahí es donde se ve cuál es la grandeza.
Un saludo!
Este film del maestro Bresson no sólo me gusta porque nos muestra con todo su lenguaje visual la escala de corrpución de menor a mayor y los efectos como bien señalas en la socidedad sino también porque a la edad que la hizo muestra una gran energía. Saludos!
Bresson debe ser uno de los autores más difíciles de reseñar. Es como sí los significados de sus imágenes estuvieran ahí, a unos metros, pero nosotros, torpes, no llegaramos a alcanzarlos. Extrañísimo talento el de este tipo.
Gracias por el comentario Farewell. Todo un honor viniendo de tan ilustre colaborador de Miradas de cine :)
Un saludo!
esta última etapa de bresson me parece muy inquietante supongo que por esa progresiva bajada a los infiernos bastante desesperanzadora. me gusta mucho tb el uso que hace del color tanto en l'argent como en el diablo probablemente, muy seco, muy neutro, bastante distinto a lo que había hecho para lancelot x ejemplo.
saludos
Bresson, absoluto. Saludos
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