No es nada original, pero como me divierte esto de las listas voy a repetir lo que hice el año pasado, para lo cual me voy a quedar con los diez momentos cinematográficos y literarios que creo que perdurarán en mi memoria. Sé que esto es un poco exhibicionista y ególatra (¿no es esa la esencia de un blog?), pero no soy capaz de acercarme al año que acaba de una forma más objetiva :). Empezamos con el cine.
MANOEL DE OLIVEIRA
No hay duda de que éste ha sido su año, por mucho que su centenario, cumplido hace sólo unos días, no haya tenido apenas repercusión en los medios. Por lo que parece en Portugal se ha hecho alguna cosa y, por nuestra parte, al menos en Madrid hemos sido afortunadísimos al disfrutar en la Filmoteca de una retrospectiva completa de su obra, con visita del maestro incluida. Lo único que da un poco de pena es la escasa difusión, tanto a nivel de medios de comunicación como a nivel institucional (vergonzoso el día de la visita de Oliveira, único en que estaba la sala a rebosar: cuando acabaron los prolegómenos, entrevista, fotos, y por fin iba a comenzar la película, dos filas completas de políticos de la embajada portuguesa y no sé si de algún otro sitio se levantaron y se fueron), lo que ha provocado una respuesta un tanto tibia del público. De todas formas, ha sido una gozada para sus seguidores, y una oportunidad única de ver ciertas películas.
EDWARD YANG
Otro ciclo de la Filmoteca, y con menos respuesta aún del público. Yo hasta entonces sólo había podido ver Yi Yi, que me encanta, pero Yang demostró en sus siete películas anteriores que ya era un nombre fundamental del cine contemporáneo. Una pena su temprana muerte y el poco caso que se hace a su cine, al estar en una especie de limbo intermedio entre un cine de autor más moderado y los deslumbramientos estéticos de Tsai Ming Liang y, sobre todo, su amigo Hou Hsiao Hsien, con el que apadrinó la nueva ola taiwanesa. Sin embargo, no por ello me parece menos personal o brillante que ninguno de los dos.
NUEVOS GARREL
Aún impactado por su última creación, La frontera del alba, éste ha sido un año en el que también he podido disfrutar de otras dos de las películas más importantes de su carrera (aunque con Garrel es difícil elegir): L'enfant secret y J'entends plus la guitare. Pocas veces como en esta última ha sido más estrecha, violenta y necesaria la relación cine-vida.
MAYO DEL 68
Se ha hablado mucho este año del 40 aniversario del mayo del 68 francés. Y como tal, se ha hablado de las revueltas estudiantiles, del festival de Cannes, de la Nouvelle Vague, de Godard... Los medios generalistas han hecho de todo eso un icono, tratándolo con una superficialidad que llega a asustar, pero en otros circuitos también se ha podido ver lo que había realmente detrás y los sedimentos originados. Sobre el tema hay varias películas fundamentales (no puedo dejar de nombrar dos debilidades como La mamá y la puta y Les amants reguliers), y he podido aprovechar ciclos como el del DocumentaMadrid o importantes ediciones en DVD para descubrir joyas como El fondo del aire es rojo, de Chris Marker, o las combativas creaciones de Godard y el grupo D. Vertov. Desgraciadamente, me fue imposible ir a ninguna película otro ciclo sobre el tema que se hizo en el Reina Sofía y que también apuntaba muy alto.
VOCES DISTANTES
También ha sido el año de mi descubrimiento de Terence Davies, del que he podido ver tres películas. Magníficas resultan El largo día acaba y la algo más clásica La casa de la alegría, pero mi predilecta es esa obra maestra que hace envejecer décadas enteras todo el cine social británico de la actualidad: Voces distantes, de la que hacía años había oído que se trataba de una película envejecida y anclada a su coyuntura. ¡Menuda sorpresa al verla! Pocos directores tienen una capacidad visual y evocadora como Terence Davies, que siembra sus películas de metáforas envolventes y elipsis y transiciones entre escenas que cortan la respiración. Sus poemas visuales apelan a todos los sentidos, y un solo fundido, un corte de escena suyo, vale más que kilómetros de celuloide de sus semejantes.
COEN/PTA
Para contrastar con los puntos anteriores y dar un poco de optimismo a la lista, este año ha sorprendido para bien por la recepción comercial de algunas películas excelentes, con una narrativa y unas formas que no parecen las que están de moda para romper taquillas, y que han triunfado incluso en los Óscar. Me refiero a No es país para viejos y Pozos de ambición, de los hermanos Coen y Paul Thomas Anderson. También es cierto que el consenso respecto a estas películas no es generalizado, y que considero que la ambiciosa odisea de Paul Thomas Anderson podía haber sido aún más satisfactoria, pero dan un punto de esperanza a películas que intentan hacer avanzar los patrones del cine comercial.
LIEBELEI
Un clásico absoluto de Max Ophüls que hasta no hace mucho era imposible de ver. Para demostrar que el artista austriaco también hacía obras maestras mucho antes de su paso por Estados Unidos. Con un estilo algo menos barroco que en sus últimas creaciones, Liebelei es ligera, divertidísima y corrosiva en su ironía y muestra una sutileza es narración y descripción que es marca de la casa del mejor Ophüls. ¡Cuántos grandes directores de ahora son el el fondo hijos suyos...!
PARANOID PARK
Paranoid Park nos trae un Van Sant más narrativo después de su trilogía de la muerte, lo que parece (visto lo que nos espera en el mes de enero) desvolvernos al autor mainstream que menos nos gusta de Will Hunting o Forrester. Sin embargo, Paranoid Park es una excelente película, por momentos brillantísima e insuperable, capaz de meternos a Dostoievsky en su particular universo de adolescentes angustiados a través de un tratamiento formal menos minimalista que el de sus últimas obras pero gustoso de experimentar en otros sentidos.
LOS AMANTES CRUCIFICADOS
Otro clásico indiscutible que no había visto hasta ahora, de la mano de un omnipresente en este tipo de listas: Kenji Mizoguchi. Enmarcada en esa fulgurante recta final en la carrera del director japonés en la que parecía que no iba a tener tiempo de mostrar todo lo que tenía que dar al mundo, Los amantes crucificados es el mejor ejemplo de melodrama perfecto, sobrio pero exquisito en su realización, justo con los personajes y con una irreprochable ética cinematográfica que rezuma una sabiduría que va más allá de una creación artística. Y todo eso, sin renunciar a la emoción, al argumento, e incluso a las lágrimas.
INDIA SONG
Para terminar, la película más famosa de Marguerite Duras, habitualmente eclipsada ante la fama de su película hermana, El año pasado en Marienbad. Puede que la de Resnais haya sido a la postre más influyente en el futuro del cine, pero es necesario no perder de vista India song, y no descuidar las sutiles relaciones de ese extraño trío formado por Resnais, Duras y Robber-Grillet. En todo caso, la mano de Duras tiene algunas ventajas sobre la de Resnais, y la película le sale menos engolada, quizás también más árida, y con una carga de pretenciosidad, a mi juicio, afortunadamente mucho menor. A Duras no le interesa tanto liarnos con un determinado argumento, sino hacernos vivir los sentimientos puros de una evocación a medio camino entre los sueños, la leyenda y la realidad.
MANOEL DE OLIVEIRA
No hay duda de que éste ha sido su año, por mucho que su centenario, cumplido hace sólo unos días, no haya tenido apenas repercusión en los medios. Por lo que parece en Portugal se ha hecho alguna cosa y, por nuestra parte, al menos en Madrid hemos sido afortunadísimos al disfrutar en la Filmoteca de una retrospectiva completa de su obra, con visita del maestro incluida. Lo único que da un poco de pena es la escasa difusión, tanto a nivel de medios de comunicación como a nivel institucional (vergonzoso el día de la visita de Oliveira, único en que estaba la sala a rebosar: cuando acabaron los prolegómenos, entrevista, fotos, y por fin iba a comenzar la película, dos filas completas de políticos de la embajada portuguesa y no sé si de algún otro sitio se levantaron y se fueron), lo que ha provocado una respuesta un tanto tibia del público. De todas formas, ha sido una gozada para sus seguidores, y una oportunidad única de ver ciertas películas.
EDWARD YANG
Otro ciclo de la Filmoteca, y con menos respuesta aún del público. Yo hasta entonces sólo había podido ver Yi Yi, que me encanta, pero Yang demostró en sus siete películas anteriores que ya era un nombre fundamental del cine contemporáneo. Una pena su temprana muerte y el poco caso que se hace a su cine, al estar en una especie de limbo intermedio entre un cine de autor más moderado y los deslumbramientos estéticos de Tsai Ming Liang y, sobre todo, su amigo Hou Hsiao Hsien, con el que apadrinó la nueva ola taiwanesa. Sin embargo, no por ello me parece menos personal o brillante que ninguno de los dos.
NUEVOS GARREL
Aún impactado por su última creación, La frontera del alba, éste ha sido un año en el que también he podido disfrutar de otras dos de las películas más importantes de su carrera (aunque con Garrel es difícil elegir): L'enfant secret y J'entends plus la guitare. Pocas veces como en esta última ha sido más estrecha, violenta y necesaria la relación cine-vida.
MAYO DEL 68
Se ha hablado mucho este año del 40 aniversario del mayo del 68 francés. Y como tal, se ha hablado de las revueltas estudiantiles, del festival de Cannes, de la Nouvelle Vague, de Godard... Los medios generalistas han hecho de todo eso un icono, tratándolo con una superficialidad que llega a asustar, pero en otros circuitos también se ha podido ver lo que había realmente detrás y los sedimentos originados. Sobre el tema hay varias películas fundamentales (no puedo dejar de nombrar dos debilidades como La mamá y la puta y Les amants reguliers), y he podido aprovechar ciclos como el del DocumentaMadrid o importantes ediciones en DVD para descubrir joyas como El fondo del aire es rojo, de Chris Marker, o las combativas creaciones de Godard y el grupo D. Vertov. Desgraciadamente, me fue imposible ir a ninguna película otro ciclo sobre el tema que se hizo en el Reina Sofía y que también apuntaba muy alto.
VOCES DISTANTES
También ha sido el año de mi descubrimiento de Terence Davies, del que he podido ver tres películas. Magníficas resultan El largo día acaba y la algo más clásica La casa de la alegría, pero mi predilecta es esa obra maestra que hace envejecer décadas enteras todo el cine social británico de la actualidad: Voces distantes, de la que hacía años había oído que se trataba de una película envejecida y anclada a su coyuntura. ¡Menuda sorpresa al verla! Pocos directores tienen una capacidad visual y evocadora como Terence Davies, que siembra sus películas de metáforas envolventes y elipsis y transiciones entre escenas que cortan la respiración. Sus poemas visuales apelan a todos los sentidos, y un solo fundido, un corte de escena suyo, vale más que kilómetros de celuloide de sus semejantes.
COEN/PTA
Para contrastar con los puntos anteriores y dar un poco de optimismo a la lista, este año ha sorprendido para bien por la recepción comercial de algunas películas excelentes, con una narrativa y unas formas que no parecen las que están de moda para romper taquillas, y que han triunfado incluso en los Óscar. Me refiero a No es país para viejos y Pozos de ambición, de los hermanos Coen y Paul Thomas Anderson. También es cierto que el consenso respecto a estas películas no es generalizado, y que considero que la ambiciosa odisea de Paul Thomas Anderson podía haber sido aún más satisfactoria, pero dan un punto de esperanza a películas que intentan hacer avanzar los patrones del cine comercial.
LIEBELEI
Un clásico absoluto de Max Ophüls que hasta no hace mucho era imposible de ver. Para demostrar que el artista austriaco también hacía obras maestras mucho antes de su paso por Estados Unidos. Con un estilo algo menos barroco que en sus últimas creaciones, Liebelei es ligera, divertidísima y corrosiva en su ironía y muestra una sutileza es narración y descripción que es marca de la casa del mejor Ophüls. ¡Cuántos grandes directores de ahora son el el fondo hijos suyos...!
PARANOID PARK
Paranoid Park nos trae un Van Sant más narrativo después de su trilogía de la muerte, lo que parece (visto lo que nos espera en el mes de enero) desvolvernos al autor mainstream que menos nos gusta de Will Hunting o Forrester. Sin embargo, Paranoid Park es una excelente película, por momentos brillantísima e insuperable, capaz de meternos a Dostoievsky en su particular universo de adolescentes angustiados a través de un tratamiento formal menos minimalista que el de sus últimas obras pero gustoso de experimentar en otros sentidos.
LOS AMANTES CRUCIFICADOS
Otro clásico indiscutible que no había visto hasta ahora, de la mano de un omnipresente en este tipo de listas: Kenji Mizoguchi. Enmarcada en esa fulgurante recta final en la carrera del director japonés en la que parecía que no iba a tener tiempo de mostrar todo lo que tenía que dar al mundo, Los amantes crucificados es el mejor ejemplo de melodrama perfecto, sobrio pero exquisito en su realización, justo con los personajes y con una irreprochable ética cinematográfica que rezuma una sabiduría que va más allá de una creación artística. Y todo eso, sin renunciar a la emoción, al argumento, e incluso a las lágrimas.
INDIA SONG
Para terminar, la película más famosa de Marguerite Duras, habitualmente eclipsada ante la fama de su película hermana, El año pasado en Marienbad. Puede que la de Resnais haya sido a la postre más influyente en el futuro del cine, pero es necesario no perder de vista India song, y no descuidar las sutiles relaciones de ese extraño trío formado por Resnais, Duras y Robber-Grillet. En todo caso, la mano de Duras tiene algunas ventajas sobre la de Resnais, y la película le sale menos engolada, quizás también más árida, y con una carga de pretenciosidad, a mi juicio, afortunadamente mucho menor. A Duras no le interesa tanto liarnos con un determinado argumento, sino hacernos vivir los sentimientos puros de una evocación a medio camino entre los sueños, la leyenda y la realidad.
5 comentarios:
Coincido contigo en lo impactantes que me resultaron India Song y J'entends plus la guitare. La primera tuve la suerte de verla en el cine y sí, es el complemento perfecto de El año pasado en Marienbad. Bueno, ya sé que a ésta le tienes un poco de manía, jeje.
Y J'entends es una maravilla, puede que sea mi favorita de Garrel. Por cierto, por emule ha aparecido (de forma milagrosa) Les hautes solitudes, el film-retrato que Garrel le hizo a Jean Seberg: es impresionante, no te la pierdas.
Hola Sedmi!
Pues sí que vi Les hautes solitudes, y este año!! (se me ha olvidado nombrarla). La vi en verano gracias a un pandeo de cinexilio y, tienes razón, es alucinante cómo trata la cámara a Jean Seberg. Es desgarradora, probablemente la película más violenta que haya visto de Garrel... O bueno, eso entre lo que pude apreciar, porque la calidad de la copia era horrible. Me alegro de haberla visto, pero me arrepentiré si surge la ocasión de verla en cine, jeje. Aunque, a fin de cuentas, ¿qué más da?, está bien repetir, y más si en un Garrel. De momento hay que ir tirando de lo que hay.
Gracias por el comentario!! Un saludo!
Daniel:
No entiendo el culto a Terence Davies. Será problema mío pero sus películas no me resultan atractivas ni consiguen emocionarme. La famosa "Distant voices" me resulta farragosa y excesivamente artificiosa, que creo que son (en antónimo) las virtudes que esgrimís quienes os apasiona, así que la cosa es grave.
De "Liebelei" me publicaron un artículo en Senses of Cienma hace años ya. No vale gran cosa pero ahí queda.
Gracias por el comentario, Jesús. Recuerdo que la primera vez que oí hablar de Davies fue cuando pasaron Voces distantes en la Filmoteca, y no fui a verla porque la nota de la programación, creo recordar, ponía algo parecido a lo que dices. La verdad es que se pueden comprender las razones de ambos bandos :)
Ah, y dejo aquí el enlace de tu artículo de Senses of cinema, que está muy bien, hombre!! Además es una peli de la que no se habla mucho en Ophüls.
Un saludo.
Muy buena lista.
Algunas de las mencionadas también han estado entre mis favoritas de 2008, en el que también he visto por primera vez algunas obras de Mizoguchi ("Los amantes crucificados" me encantó, aunque me gustaron más sus películas de ambientación más contemporánea, "La mujer crucificada" y "La calle de la vergüenza", dos obras maestras indiscutibles) y también pude disfrutar del gran ciclo de Edward Yang, un gran descubrimiento.
También fue una excelente noticia la edición por Intermedio del pack del Grupo Dziga Vertov, y aun con el balance desolador que hace Godard de toda la etapa maoísta en la tristísima "Aquí y en otro lugar", toda la peripecia revolucionaria de JLG y compañía merece ser recordada como uno de los grandes momentos en los que el cine se replanteó su función hasta los cimientos. Desde entonces nadie ha vuelto a plantearse tantas dudas y a autocriticarse con tanta impiedad como lo hizo Godard entonces.
El nuevo año cinematográfico promete ser bueno, para dentro de unos meses se anuncian ciclos de Pedro Costa y Fritz Lang.
Salud.
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