Dos personas no deberían conocerse tan bien si quieren enamorarse
Es El eclipse una película de símbolos ambiguos desde el mismo comienzo, con el título, y su sorprendente (por su demora) y predecible (por su literalidad) secuencia final. El eclipse se produce a diferentes niveles, y en cierto modo se puede entender como un eclipse inverso, puesto que el personaje de Monica Vitti, eje central de la película, vive angustiada en todo momento, como presa de una oscuridad permanente, y sólo parece reírse, disfrutar de un gozo ilusorio y casi irreal en momentos puntuales, extraños y volátiles como un eclipse, instantes en que se deja llevar en compañía de alguien a quien realmente desprecia, y que cesan en cuanto vuelve a tomar conciencia de la realidad. Y un eclipse más gráfico está presente en dos momentos de la película que parecen condensar toda su esencia: los besos con Alain Delon eclipsados por el cristal de una ventana.
La película comienza con una magnífica escena en la que vemos cómo Monica Vitti decide romper la relación con su pareja (Paco Rabal) después de una noche de, suponemos, árida discusión. No sabemos lo que falla en la relación, es un misterio como casi todo lo que envuelve la película y al ser humano; lo único seguro es que ella no puede aguantar más, vive encorsetada, angustiada en una situación opresiva que necesita un cambio. El cambio, sin embargo, puede ser lo que provoca el miedo de Monica Vitti, el miedo ante una relación que ha dado todo lo que puede dar y que se ve abocado a un inminente matrimonio. De esta manera, ella no opta por un cambio, sino por una vuelta atrás, hacia algo conocido, una soltería que la libere de las cadenas que amenazan con atarla el resto de su vida.
Podríamos analizar muchísimos detalles de la película, que nos presenta una turbulenta relación con la madre (en una parte central que me parece menos consistente que el resto), y una posterior relación que tiene mucho de enfermizo y represivo.
Alain Delon (alejado de la lección interpretativa de su compañera) se nos muestra como una auténtica ave de rapiña, un monstruo dentro del infierno de su trabajo: la bolsa de valores. Monica Vitti siente repulsión por ese mundo y por él mismo, y en cierto modo es consciente de que la atracción sexual es lo único que lo atrae hacia ella. Sin embargo, finalmente se deja llevar por la presión, por su mala conciencia al haber dejado a su anterior pareja, por calmar a su madre (arruinada por especular en la bolsa), por una sensación de que nada importa realmente, ni siquiera las ideas más profundas y sinceras, o por una suma de factores que sólo suponen una simplificación de los auténticos sentimientos. Ella, a pesar de su aparente abulia, demuestra ser un personaje tremendamente inquieto; escruta como una detective todo lo que se le pone por delante, se deja fascinar por lo extraño, lo exótico, pero examina todo con el máximo respeto, reprimiendo sus sentimientos y expresándolos solamente en alguna frase accidental (sobre su amiga de África, sobre el mundo de la bolsa...), en alguno de los eclípticos momentos de euforia en que se siente liberada, como si temiera causar algún daño como el que ella sufre por circunstancias más o menos intangibles.
Y no podemos dejar de mencionar a la otra gran protagonista, una atípica ciudad de Roma, vehículo perfecto para mostrar lo que Antonioni desea que sintamos. Lo que vemos en los 120 minutos de metraje es una poética de la desolación, un canto a los callejones sin salida, y una comprensión consciente de la imposibilidad de comprensión.
En las películas de Antonioni, al igual que en Bresson, da la impresión de que se desprecie todo resquicio de psicologismo, huyendo de la causalidad de las acciones y los comportamientos de los personajes. Hay muchas diferencias en el cine de ambos directores, pero, fundamentalmente, creo que Antonioni intenta acercar al espectador a los sentimientos de los personajes (a través del paisaje, de la expresión de los actores, de la cadencia de los planos...), a diferencia de Bresson, que en su recalcitrante nihilismo humanista (que fue a más con los años) parecía considerar toda posible identificación una tarea vana, centrándose más en la dimensión espiritual de lo narrado. De este modo, considero a Antonioni un director bastante más optimista, con resquicios de fe, de esperanza en que todo puede cambiar cuando consigamos escuchar, comunicarnos, entendernos... Por más que a día de hoy (igual que cuando él filmaba) esto parezca una utopía. Podríamos decir, a modo comparativo, que Bresson es pesimista por naturaleza, que Antonioni es optimista por naturaleza y pesimista por convicción, y que Bergman es optimista por naturaleza, optimista por convicción y pesimista por inteligencia.
Y finalmente, imagen y dedicatoria a la presencia más turbadora que nos ha dejado el cine en sus más de 100 años de historia: Monica Vitti.
La película comienza con una magnífica escena en la que vemos cómo Monica Vitti decide romper la relación con su pareja (Paco Rabal) después de una noche de, suponemos, árida discusión. No sabemos lo que falla en la relación, es un misterio como casi todo lo que envuelve la película y al ser humano; lo único seguro es que ella no puede aguantar más, vive encorsetada, angustiada en una situación opresiva que necesita un cambio. El cambio, sin embargo, puede ser lo que provoca el miedo de Monica Vitti, el miedo ante una relación que ha dado todo lo que puede dar y que se ve abocado a un inminente matrimonio. De esta manera, ella no opta por un cambio, sino por una vuelta atrás, hacia algo conocido, una soltería que la libere de las cadenas que amenazan con atarla el resto de su vida.
Podríamos analizar muchísimos detalles de la película, que nos presenta una turbulenta relación con la madre (en una parte central que me parece menos consistente que el resto), y una posterior relación que tiene mucho de enfermizo y represivo.
Alain Delon (alejado de la lección interpretativa de su compañera) se nos muestra como una auténtica ave de rapiña, un monstruo dentro del infierno de su trabajo: la bolsa de valores. Monica Vitti siente repulsión por ese mundo y por él mismo, y en cierto modo es consciente de que la atracción sexual es lo único que lo atrae hacia ella. Sin embargo, finalmente se deja llevar por la presión, por su mala conciencia al haber dejado a su anterior pareja, por calmar a su madre (arruinada por especular en la bolsa), por una sensación de que nada importa realmente, ni siquiera las ideas más profundas y sinceras, o por una suma de factores que sólo suponen una simplificación de los auténticos sentimientos. Ella, a pesar de su aparente abulia, demuestra ser un personaje tremendamente inquieto; escruta como una detective todo lo que se le pone por delante, se deja fascinar por lo extraño, lo exótico, pero examina todo con el máximo respeto, reprimiendo sus sentimientos y expresándolos solamente en alguna frase accidental (sobre su amiga de África, sobre el mundo de la bolsa...), en alguno de los eclípticos momentos de euforia en que se siente liberada, como si temiera causar algún daño como el que ella sufre por circunstancias más o menos intangibles.
Y no podemos dejar de mencionar a la otra gran protagonista, una atípica ciudad de Roma, vehículo perfecto para mostrar lo que Antonioni desea que sintamos. Lo que vemos en los 120 minutos de metraje es una poética de la desolación, un canto a los callejones sin salida, y una comprensión consciente de la imposibilidad de comprensión.
En las películas de Antonioni, al igual que en Bresson, da la impresión de que se desprecie todo resquicio de psicologismo, huyendo de la causalidad de las acciones y los comportamientos de los personajes. Hay muchas diferencias en el cine de ambos directores, pero, fundamentalmente, creo que Antonioni intenta acercar al espectador a los sentimientos de los personajes (a través del paisaje, de la expresión de los actores, de la cadencia de los planos...), a diferencia de Bresson, que en su recalcitrante nihilismo humanista (que fue a más con los años) parecía considerar toda posible identificación una tarea vana, centrándose más en la dimensión espiritual de lo narrado. De este modo, considero a Antonioni un director bastante más optimista, con resquicios de fe, de esperanza en que todo puede cambiar cuando consigamos escuchar, comunicarnos, entendernos... Por más que a día de hoy (igual que cuando él filmaba) esto parezca una utopía. Podríamos decir, a modo comparativo, que Bresson es pesimista por naturaleza, que Antonioni es optimista por naturaleza y pesimista por convicción, y que Bergman es optimista por naturaleza, optimista por convicción y pesimista por inteligencia.
Y finalmente, imagen y dedicatoria a la presencia más turbadora que nos ha dejado el cine en sus más de 100 años de historia: Monica Vitti.
13 comentarios:
Uff "El eclipse"... una de mis favoritas (aunque de Antonioni sigo prefiriendo aquel misterio llamado "La aventura"). Sobre la comparativa Antonioni-Bresson-Bergman, muy interesante; creo que los tres tienen el objetivo de mostrar lo invisible a través de lo visible (aunque Bergman sí sea a veces psicologista): Antonioni a través del paisaje, Bresson mediante los intersticios y Bergman por el rostro.
Vaya! Qué ganas me dieron de verla.
Tengo un recuerdo borroso de El eclipse; no sé si es que la vi en un mal día o que realmente me gustó menos que La aventura, La noche y El desierto rojo (mi favorita). Aún así se me quedó grabada esa escena maravillosa de la Vitti con Alain Delon, rodeados de decenas de teléfonos sonando.
Monica Vitti está increíble en todas ellas. Pero no tengo muchas más referencias de su trabajo con otros directores, solo recuerdo que tenía un papelito en una de Buñuel de los primeros setenta.
Jeje, parece que cada uno tiene su favorita de Antonioni. Yo, personalmente, y sólo por criterios subjetivos, porque me parece al mismo nivel que el resto de la trilogía, me quedaría con La noche. Seguramente porque es la menos abstracta, y con la que es más fácil identificarse con los personajes (Mastroianni soberbio y Monica Vitti en un papel todavía más misterioso que en El eclipse). Además, me encanta toda esa fiesta nocturna en ese gran chalet, tiene mucho de onírica y de cruel enfrentamiento con la realidad. Esa mirada final de Jeanne Moreau...
Y como bien dices, Sedmikrasky, no entiendo por qué Monica Vitti no fue más aprovechada por otros directores, con todo el potencial que tenía...
Carlos, seguramente ese psicologismo sea lo que me hace ser bergmaniano convencido por encima de cualquier otra cosa; no sé cómo no he escrito nada de él todavía en el blog... Habrá que arreglarlo (con Bresson no me atrevo que tú eres el experto :P).
Me alegro de que te hayan entrado ganas de verla, Bessy.
Gracias a los tres por los comentarios. Un saludo!
Una reseña increíble. Qué director críptico era Antonnioni por aquella época. Coincido con los puntos en común con Bresson, a pesar que me gusta más el cine de este último. Saludos.
Antonioni decide desintegrar la narración de una forma muy atractiva...me gustó mucho esta película, en especial el final...
Bueno, yo si tengo que elegir también me quedaría con Bresson, sinceramente, jeje.
Gracias Budokan (no me hagas sonrojar :P) y Junior por los comentarios.
Un saludo!
tio se te fue mucho la olla con la comparación entre Bergman-Antonioni-Bresson.
yo personalmente me quedo con Bresson.
*
Jeje, puede ser, pero así es más divertido :)
Pues yo siempre he sido de Bergman... Lo de Bresson también me dio fuerte, sobre todo después de ver Mouchette, pero eso llegó más tarde.
Un saludo Marion!
Yo de Antonioni tan solo he visto la aventura, tengo ganas de ver el eclipse y la noche ya que la aventura me fascinó, una película realmente buena.
Saludos!
Hola Iveldie!
Si te gustó La aventura intenta ver las otras dos. La trilogía entera me parece fascinante. Gracias por el comentario. Un saludo!
me fascina monica.
Excelente película y soberbia la reseña.gracias
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