jueves, octubre 22, 2009

Jonas Mekas: un pragmático en Madrid

Nunca había visto a Jonas Mekas, y el pasado martes 13, con motivo de su visita a Madrid y, concretamente, al pequeño cine La enana marrón, quedé muy gratamente sorprendido. Y en realidad, si lo hubiera pensado antes, no debiera haberme llamado especialmente la atención, porque la personalidad del creador lituano es totalmente coherente con el cine y los métodos que ha empleado a lo largo de su extensísima carrera profesional.


Nos arracimábamos un puñado de personas junto a la puerta de La enana marrón sin formar cola ni guardar ningún tipo de orden. Minutos antes de la apertura, con aire descpreocupado y alegre, ya se vio a Jonas Mekas dando una vuelta y mirando a los que aguardábamos pacientemente a ver su película y sus declaraciones en una estrecha calle del barrio de Malasaña. Se intuía una sonrisa en su rostro medio oculto por el perfil de su sombrero, que no se quitaría en toda la noche, mientras hablaba con alguien que debía ser un amigo o conocido suyo.

Entramos en el coqueto cine, elegimos sentarnos en sus sofás a sabiendas de que debíamos de permanecer unas cuatro horas en la misma posición, sumando el coloquio a las tres horas de película, y aguardamos expectantes a que anunciaran al cineasta estrella del día. (¿Hay alguna contradicción más divertida que llamar cineasta estrella a Jonas Mekas?). Entonces nos comunicaron que, por expreso deseo de Mekas (y para que la gente aguantara hasta el final de la proyección), su intervención se produciría al término de la película. Antes de que se apagara la luz, pude ver un destello fugaz de Mekas detrás de la puerta de entrada, dibujando ráfagas de luz con su gabardina de la misma forma que son captadas en sus películas por su cámara nerviosa.

Porque la cámara de Mekas vive de su propio nervio, y hace surgir de su inquietud, de su necesidad de movimiento, una poesía que se alimenta de la fuerza de lo real y de la sensibilidad del instante captado. Mekas mueve su cámara estilográfica convirtiéndose en lo más parecido que se recuerde al concepto teorizado por Astruc y casi nunca puesto en práctica. La independencia y el riesgo necesarios son, quizás, demasiado elevados, y esta cámara estilográfica de Mekas parece seguir los dictados internos de alguien como Walt Whitman, que siente la expresión de la alegría que le rodea como algo que todo el mundo debe conocer. Y como en Whitman, y a diferencia de muchos grandes artistas, aquí la poesía surge de la vitalidad y no al revés, y la belleza surge de la alegría del mismo modo que ocurre en la vida real, en la que la belleza muchas veces no es más que una expresión, una consecuencia, de la sublimación de un concepto moral elevado o de un afecto determinado por algo o por alguien.

¿Es posible convertir una hortera boda de millonarios por todo lo alto en una celebración de íntima poesía, en una expresión de la alegría de vivir? Sí, y eso se puede apreciar en Walden, la película proyectada en La enana marron antes de que Jonas Mekas en persona tomara la palabra y ratificara explícitamente todas las sensaciones de optimismo y euforia que rezuman sus películas.

Al principio creí que el hombre era un idealista, pero pensándolo más adelante llegué a la conclusión de que no tenía nada que ver: más bien era todo lo contrario. Jonas Mekas parece llegar al optimismo por un camino que en principio puede parecer ajeno, el de la meticulosidad en la observación de la realidad y, consecuentemente, el pragmatismo en la vida diaria. Del mismo modo que se puede considerar totalmente pragmático el concepto de existencia de Dios de Pascal, basado en la probabilidad y los beneficios finales, la radiación de alegría y vitalidad en Mekas parece una consecuencia de un razonamiento totalmente libre de prejuicios (mérito tremendo en alguien de 87 años), que demuestra que el mejor camino, el más práctico, para llegar a unos determinados objetivos, es el de la libre expresión de alegría como vehículo para llegar a la belleza. Y ahí están para recordarlo esas imágenes aceleradas, manipuladas, saturadas, gozosas y ricas en conceptos de Walden. Imágenes que vuelven a lo primigenio, a esa mirada inocente sobre las cosas que gente como Lumiere o Murnau descubrieron para el cine. ¿Qué es más práctico en el sempiterno camino de la felicidad humana, recorrerlo ofuscado, reconcentrado y triste, preocupado por todo aquello que no se puede solucionar y por lo tanto quedará invariable para nuestra desolación, o avanzar poco a poco, alegre y sin pensar más que en el objetivo inmediato, en esa primera meta sobre la que no deben incidir las amenazadoras sombras que nunca se estrechan lo suficiente?

Mekas convierte Nueva York en poesía y hace de la urbe, del asfalto y el cemento, un lugar único en el que recrearse en los detalles invisibles al ojo humano, esos mismos detalles que, captados por una cámara inerte, hacen de lo trivial algo sublime, un festival de emociones.



Y Mekas comentó, al terminar la proyección, que no hay que mirar al pasado, ni regodearse en el "cualquier tiempo pasado fue mejor", porque lo mejor siempre está por venir, y porque disponemos de una tecnología de la que no tenemos que renegar como hacen tantos y tantos intelectuales (y habló de Internet, de vídeo digital, de multimedia..., de su proyecto cibernético de los 365 cortos y otro hipotético de las 1001 noches...), sino utilizarla para moldear nuestra nueva realidad, siempre dinámica para evitar la muerte, y para configurar nuevas maneras de pensamiento, mirada y gozo. Y Mekas habló de política, y como hijo actualizado de los 60 habló de la resistencia, del concepto de resistencia, para renegar de él: ¿de qué tenemos que resistir?; lo que tenemos que hacer, si algo no nos gusta, es crear cosas nuevas, mejores, pero no resistir defendiendo algo que debe mutar continuamente para no pasar a formar parte del pasado. Y así quedó patente, ante el puñado de personas que lo escuchábamos, cómo un hombre de 87 años puede tener la mentalidad más fresca y moderna que se recuerde, sin rastro de nostalgia ni de autocomplacencia, con ganas, únicamente, de mirar hacia adelante sin recrearse en lo que ya no tiene solución, calarse un sombrero de ala ancha, y avanzar por un camino en el que sólo importan las etapas parciales.

7 comentarios:

Jesús Cortés dijo...

Daniel, en el Reina Sofia hay proyectado un film suyo. La gente cree que es una videoinstalación y encontré a una niña de unos 11 años que salió con los ojos abiertos como platos que salía diciendo a su amiga que aquello era un film de terror futurista. Creo que Mekas se hubiese sentido halagado.

abbascontadas dijo...

Me han contado que el programa Cámara abierta le solicitó una entrevista, y la única condición que puso fue hacerla en un bar delante de una botella de buen vino. He rastreado en la página del programa y creo que no se ha emitido.

Daniel Quinn dijo...

Muchas gracias a los dos por vuestras informaciones. Sí en el Reina Sofia estoy atento a un ciclo de cine de resistencia muy interesante que ponen los próximos meses. Y a la tele también estaré atento, claro! :)

Un saludo!

workroomfilms dijo...

Una maravillosa noche de verdadero cine.
Mekas antes de la proyección:
http://www.flickr.com/photos/31762361@N06/4037780398/

Daniel Quinn dijo...

Muchas gracias pr el enlace y las fotos ;)

Un saludo!

Anónimo dijo...

Hola Daniel, soy Jonás Trueba (ojalá fuera el otro...). No suelo escribir comentarios en los blogs y tampoco los leo, pero como no nos conocemos (aunque parece que hemos compartido sofá en La Enana viendo esa maravilla de Walden), la única manera que tengo de comunicarme contigo es escribiéndote aquí. Y quería darte las gracias por lo que has escrito de Mekas, precioso y mucho más completo que lo mío (a veces lo de tener un blog en un periódico tiene la desventaja del espacio...), y por todo lo que sueles escribir de cine aquí, que leo con placer siempre.

Un saludo
jonás

Daniel Quinn dijo...

Muchas gracias Jonás :)

Nos seguimos leyendo (y viendo por los cines).

Un saludo