domingo, mayo 11, 2008

Ciclo Edward Yang (I): That Day, on the Beach (83), Taipei Story (85) y The Terrorizer (86)


Los tres primeros largometrajes de Edward Yang conforman su denominada "trilogía urbana", y delimitan una serie de temas y preocupaciones que serán fundamentales en la carrera del cineasta taiwanés. A partir de estos films vemos a un director profundamente enraizado con su tiempo y con su sociedad, logrando una unión indisoluble entre fondo, forma y contexto, lo que será el más brillante logro de estas películas. Del mismo modo que Ford, Ozu o Antonioni, el sentimiento colectivo, el andamiaje social encadenado a una época determinada, va a marcar profundamente los sentimientos y divagaciones de los protagonistas. Si a Ozu y Ford les une una mirada nostálgica al pasado y desencantada del presente (manifestada en Ozu en presente, en Ford en pasado), Antonioni, como Yang, prefiere hurgar con bisturí en los males ocultos de la sociedad contemporánea, y cómo estos se manifiestan de manera silenciosa en las relaciones privadas. Aunque si hablamos de referencias no podemos olvidar a Werner Herzog, cuya película sobre Aguirre convirtió a Yang en cineasta, ni a Mikio Naruse, probablemente el cineasta más próximo y al que más debe Edward Yang.

Este mencionado compromiso con la contemporaneidad no significa que, ya en esta primera trilogía, a Yang no le interese el significado auténtico del tiempo, la memoria y el recuerdo, temas fundamentales (no por componer el sustrato del contenido, sino por el punto de vista) de su primera película, That Day, on the Beach (1983). Yang estructura toda la película a través de flashbacks que utiliza para contarnos la degradación y el infierno en que se va convirtiendo, poco a poco, una relación de pareja, preponderando así el papel de la memoria y sin ser condescendiente con la edulcoración que provoca el recuerdo. Aun así, él es consciente de que se nos muestra una evocación, y toda evocación tiende a irse hacia algún extremo, como una esfera en lo alto de una colina a la que desequilibra un ligero soplo de viento. Con una evidente inquietud estética, quizás demasiado evidente en una película en la que tanto importa lo que se cuenta, That Day, on the Beach nos muestra retazos de realidad absolutamente naturales, que evidencian la necesidad autobiográfica que se deriva de una película primeriza. Queda evidenciada la convulsión sociopolítica de un Taiwán que quiere parecerse a EEUU con demasiada premura, y el conflicto evidente que esto provoca con los valores tradicionales de sumisión y sacrificio. Yang, que se rebela contra los caducos valores morales de su sociedad y contra las modernas ínfulas de capitalismo salvaje, quiere decirnos que ese es un camino equivocado, y que la explosión está a punto de llegar. Pero en definitiva, That Day, on the Beach (evocadora ya desde el título) es una magnífica película que, sin embargo, se resiente en su parte final de alguna impureza de cineasta novato, de unas ganas demasiado evidentes de demostrar que lo que está contando es importante, trascendente a una historia de amor a lo largo de los años. Por eso chirría de alguna manera el sermón (que es una explicación de las ideas de la película) del hermano, o esa coda en off que pretende subrayar la voluntad lírica y evocadora del film.


La siguiente película, Taipei Story (1985), está protagonizada por Hou Hsiao Hsien y, curiosamente, es el film de Yang que más se acerca, en intenciones y en estilo, a la obra de su compatriota, la otra gran punta de lanza de la "nueva ola taiwanesa". Con una narrativa casi inexistente, que lo acerca aún más a Antonioni, y un estilo elíptico que recuerda por momentos a Bresson, Taipei Story muestra aún con más fuerza que en su anterior película la desintegración de la sociedad a través de la desintegración de un matrimonio. Seguramente, de las tres sea la película más exigente con el espectador (de ahí el fracaso de taquilla en su momento), por la falta de asideros narrativos o de identificación con los personajes, lo que la hace más sugerente dentro de la frialdad con que escarba en los sentimientos más profundos. Los objetos y las intrahistorias que cuentan los propios personajes alcanzan categoría metalingüistica, y los reencuadres en interiores a través de puertas o diverso mobiliario nos hacen sentir el aislamiento e incomunicación que siempre une Yang a las nuevas condiciones de vida en la ciudad, a través de la contraposición de la intimidad de los apartamentos y los planos de exteriores urbanos.


Finalmente, The Terrorizer (1986) presenta una serie de historias cruzadas años antes de que Robert Altman revitalizara esa estructura narrativa. A medio camino entre el thriller y el drama íntimo, Yang abre su cámara a los barrios más problemáticos, a personajes marginales que flirtean con la delincuencia, sin olvidar, claro está, las familias de clase media en las que las ansias de éxito profesional acaban con la convivencia personal.
La narración fuera de campo y los elocuentes insertos en mitad de las escenas evocan a Bresson, especialmente en su última obra, El dinero (1983), que también jugaba a trascender los géneros; además, la presencia de unas fotografías que resultan fundamentales para desencadenar la trama nos obliga a pensar de nuevo en Blow-up (1966) y, con ello, en las posibilidades metacinematográficas del film. Además, por primera vez en la obra de Yang (y no última), el azar resulta fundamental en la película, algo que parece imprescindible en un film que intenta reflejar las conexiones entre diferentes vidas en una ciudad moderna. Del mismo modo, en ninguna de las dos películas anteriores era posible la identificación del espectador con alguno de los personajes; en este caso, la escritora compone un personaje bastante positivo, que puede ser fácilmente comprendido por el espectador, y que además da algunas de las claves de la película, como ese irónico empecinamiento en separar realidad y ficción cuando la una y la otra son la misma. (¿Qué pensaría Philip Roth?). ¿No está obligado todo creador a negar esa relación? The Terrorizer transcurre con calma, pero con una tensión intrínseca siempre presente, y sólo parece tambalearse en una violenta recta final que parece una especie de epílogo a las tres películas, y que a mi parecer salva dando una vuelta de tuerca final coherente con toda su obra anterior.


Vistas hoy, las tres películas pueden parecer demasiado ancladas en los años 80, tanto por la ambientación de la ciudad, de los personajes, o por las encrucijadas morales; sin embargo, formalmente consiguen universalizar ese localismo y tratar así temas globales a través de un contexto profundamente marcado y, por eso, profundamente real. Edward Yang alcanza numerosos logros significativos en estos tres magníficos largometrajes (además de gran influencia en cineastas actuales, y pienso, por ejemplo, en Nobuhiro Suwa), todos de espléndida factura, lo que nos hace pensar cómo fue posible que un autor de este calibre permaneciera tantos años en la sombra, desconocido más allá de las listas de Jonathan Rosenbaum o Miguel Marías.

Próxima parada, el próximo viernes, con la esperadísima A Brighter Summer Day, las cuatro horas que todos consideran fundamentales en el cine de los 90 y, en realidad, en toda la historia del cine. Allí estaremos, quién sabe si una vez más sentados detrás de Miguel Marías...

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola¡ Solo he visto la de The Terrorizer y me ha parecido estupenda, me recuerda al primer Wong Kar Wai, aunque no sé si me atreveré con A Brighter Summer Day, 4 horas, buff, veremos...

Daniel Quinn dijo...

Vamos Luisru, anímate a la de 4 horas, jeje. Hay un pase ya mañana, pero no puedo ir, empieza a una hora a la que aún no soy libre :(, así que iré el viernes aunque no tenga puente...
Es cierto lo de Wong Kar Wai, aunque mucho menos manierista, más seco en el estilo, más bressoniano, vamos.
Por lo que dicen, A Brighter Summer Day está más en la línea de Yi Yi que en la de estas tres primeras películas.

Por cierto, ayer fui a ver In Our Time después de haber escrito esto, y menos mal que no esperé para incluirla... Me pareció bastante espantosa, jeje. Son 4 cortos, uno de ellos de Yang, y me pareció de una torpeza tremenda, con una ingenuidad llena de tópicos. Viejísima, y eso que sólo es de un año antes que That Day, on the Beach. En fin, siempre hay un momento de iniciación... Igual los otros directores también son genios en la sombra, a pesar de ese primer corto...

Un saludo!

Mario Iglesias dijo...

Bueno, pues yo me acercaré hoy a ver "A brighter summer day"; me espera mañana un largo viaje en tren para asimilarla... Que la disfrutéis el viernes.

Salud.

Daniel Quinn dijo...

Jeje, pues ya nos dirás qué te parece, Perzival; yo me preparo para el viernes, que además, como aquí es fiesta el jueves, podré ir más descansado. ¿Será realmente tan buena como dicen...?

Un saludo!

BUDOKAN dijo...

Festejo este post porque me permite conocer a un director oriental que sólo tenía por nombre. Muy atractiva la propuesta. Saludos!

Anónimo dijo...

Muy buenas,

una preguntilla un poco alejada de lo que es el tema del post: cómo ves el nuevo Festival de Cannes?