viernes, febrero 16, 2007

Ciclo Hong Sang-Soo (II): Tale of cinema

Llegué anoche a casa encantado tras el fantástico encuentro con Hong Sang-Soo. El coreano es todo humildad, inteligencia y simpatía; viéndole nadie diría que se trata de uno de los directores más importantes del panorama internacional, totalmente alejado del sentimiento de divo de otros grandes (y no tan grandes) del mundo del celuloide.

La cita comenzó con una pequeña introducción de Hong Sang Soo (presente antes, durante y después de la película, no como suele ocurrir en este tipo de eventos), donde decía que ésta era su película favorita de entre todas las suyas, y por eso la había elegido para este día. A continuación se procedió a la proyección.


Tale of cinema es una reflexiva, inteligente y emotiva vuelta de tuerca a la dualidad realidad-ficción, donde se nos presentan dos historias situadas a ambos lados del espejo, una dentro de una pantalla de cine y otra más allá del patio de butacas; el film nos hace formularnos la truffautiana pregunta de si es el cine (o, por extrapolación, el arte) el que imita a la vida o la vida la que imita al arte. Sea cual sea la respuesta, el cine se convierte en algo que forma parte de nuestras vidas y la ficción se transforma en realidad, cruzando la estrecha franja que convierte el cine en un sencillo y natural milagro.


Hong vuelve a jugar con las estructuras narrativas y con el punto de vista,lo que parece ser el tema fundamental de su obra, preocupada por entender la naturaleza humana desde todas las perspectivas posibles. Para ello sigue utilizando las relaciones de amistad y pareja como forma de comprender los deseos (casi siempre egoístas, pero a veces algo también inocentes y puros), y nos da la sensación de una veracidad autobiográfica, como si filmando un diario personal desnudara las verdades más inaccesibles. Aunque huye de todo maniqueísmo, podemos observar en Hong una tendencia a mostrar los personajes masculinos llenos de amargura, falsedad y bajeza moral (aunque, posiblemente, todo eso sea consecuencia de una imperiosa necesidad de amar y ser amado, simbolizado por unas relaciones sexuales inconclusas o materialistas, según en qué zona del espejo nos movamos).

La película se sostiene sobre tres bastiones fundamentales (cine, autobiografía y suicidio) que nos hacen emparentarla con Philippe Garrel, el más desgarrado de los directores franceses contemporaneos; sin embargo, estilísticamente estaría más cercana a Eric Rohmero o incluso a Robert Bresson. Algunas secuencias se abren con primeros planos de objetos o partes del cuerpo (planos que sólo parecen adjudicables a Bresson), abriendo a continuación la imagen para situarnos en el contexto en que nos movemos y superar la desorientación inicial que nos muestra, de ese modo, la alienación en que viven los personajes. De esta manera se rompe la tradición clásica acercándonos a esos caminos inexplorados que ya aventuró Paul Schrader en su famoso libro. Así pues, resulta muy destacable el uso del zoom a lo largo de toda la película, empleado sabiamente para resaltar emociones, aunque pueda descolocar en un primer momento al romper con la austeridad que marca el tono del film.

Hong reflexiona sobre el cine, la amargura, la insatisfacción, la vida y la muerte, brindándonos una historia sencilla, despojada de ornamentos y que va a lo esencial, prescindiendo de cualquier efecto melodramático pero mostrándose rica en matices y emociones. Triste pero esperanzada en el fondo. Eso es algo sólo al alcance de los grandes maestros.

Y al final me quedo con su estilo sutil, sin subrayados, que no necesita mostrarnos un patio de butacas para decirnos que lo que estábamos viendo era una película, y que se aleja de ese modo de una forma radical del masticado cine comercial que se suele premiar últimamente por tierras hollywoodienses. Es todo un respiro, un soplo de aire fresco, una maravilla para los sentidos.



Al terminar la proyección volvió a salir el director a la palestra, listo para responder preguntas que fueron desde lo interesante hasta lo turístico o lo absurdo. Una de las cosas que destacó fue, por estar en España, la figura de Luis Buñuel, que reconoció fundamental; también le preguntaron por el obvio tema de la dualidad realidad-ficción, respondiendo que la realidad y la ficción podían ser la misma cosa, desde el momento en que la ficción de una persona es la realidad de otra. (Ésta puede ser la frase fundamental para entender su cine, y su fijación casi obsesiva por el subjetivismo y el punto de vista). Sobre el uso del zoom comentó el tema de la alienación de los personajes, además de señalar las facilidades para los actores, de los que se puede extraer de ese modo una interpretación más natural. Sobre la relación entre su vida personal y la vida plasmada en pantalla (algo de lo que trata también la película, en la figura del director de cine) destacó una anécdota: él siempre fuma Marlboros rojos al salir del cine, de la misma manera que lo hace su protagonista. (Esa concreción en los detalles le hace ganar mucha vida a la cinta).

Después de aquello salimos a la calle, él rodeado por un puñado de amigos coreanos y disertando amablemente con los espectadores, como si fuera uno más. Ya en la puerta de La casa encendida me arrepentí por no haberle preguntado por Eric Rohmer, así que me acerqué a él y me reconoció que era uno de sus directores favoritos, y que actúa como una influencia importante, lo que no quita que él lo lleve a su terreno y a su propio mundo personal. Me respondió bajito, casi susurrando al oído, con una sonrisa perenne en los labios y haciéndose entender en todo momento. Después, cuando ya nos íbamos, uno de los amigos que me acompañaban sacó la cámara y nos hicimos una foto. Al terminar Hong Sang-Soo inclinó la cabeza tres o cuatro veces y me tendió la mano cuando yo ya iba a marcharme. Seguidamente se juntó con el corrillo de coreanos y nos alejamos dejándolos atrás. Qué encanto de hombre...

5 comentarios:

Little Turtle dijo...

a mi la pelicula no me parecio para nada la mejor de las que he visto, creo que formalmente si es muy interesante, pero que la historia luego en la pantalla se diluye, no veo demasiada verdad en algunos personajes. no se, a mi la peli no me convencio demasiado, me quedo mas con los pequeños detalles y con esa narrativa eliptica.

me gusto mucho mas the power of kangwon, donde juega otra vez con la estructura especular, pero si creo que aqui lo hace de manera mas inteligible y compacta, algo que en tale of cinema se pierde un poquito.

me parece un director muy interesante eso si.

un placer poder leerte. me parece que no te haces eco, ni de los quay ni del evento que comienza el viernes en el reina, echale un vistazo, hay mucha calidad y muy dificil de ver.

Daniel Quinn dijo...

A mí sí me gustó bastante; es cierto que la película se abre mucho y quizás eso le haga perder fuerza. No es tan cerrada como la otra que vi, pero eso, a pesar de perder perfección en su acabado, creo que le da una naturalidad y una frescura inusual, especialmente gracias a esos pequeños detalles que mencionas. De todas formas, hoy veo la de Kangwon, ya me has desatado las expectativas a lo más alto.
Lo de los Quay lo había visto y me gustaría ver algo, me interesa mucho lo de Robert Walser, pero no hay tiempo para todo :(
Ah, y de lo del Reina Sofia no tenía ni idea!! Gracias por la recomendación! He visto que ponen cosas de los Straub/Huillet y Godard/Mieville!!!

Un placer verte por aquí. Saludos!

Anónimo dijo...

no esta nada mal a mi me gusto tambien , buen blog enhorabuena saludos

Daniel Quinn dijo...

Gracias oktomanota. Saludos!

Blogger dijo...

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