miércoles, agosto 09, 2006

Las noches blancas: Dostoievski y Visconti

Dostoievski es, sin duda, uno de mis autores favoritos de todos los tiempo. Seguramente, sus grandes novelas (en calidad y número de páginas) sean las típicas: Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov, El idiota, y la algo olvidada (y única de ellas que todavía no he leído, a ver si alguien comenta algo...) Los demonios. Todas me fascinan por su enormidad y sus personajes extremos, que convierten el estereotipo en algo que trasciende la realidad para mostrarnos reflexiones más profundas. Pero no es mi intención comentar ahora estas obras magnas, sino señalar la presencia de otro Dostoievski menos ambicioso pero de indudable interés. Estoy hablando de Las noches blancas, un relato de poco más de cincuenta páginas que leí hace ya bastante tiempo y me parece un prodigio de sensibilidad y emoción. Es un texto casi milagroso por su poder de seducción, por la fuerza de sus imágenes, por la empatía de los protagonistas... El recuerdo evocador del puente sobre el río Neva, o de las luminosas noches de San Petersburgo, deja un poso que queda absolutamente indeleble en nuestra memoria, pasando inmediatamente a formar parte de nuestras vidas. El sueño y la esperanza más allá de la tormentosa realidad parecen mostrarnos a un Dostoievski más optimista, aún no completamente desengañado de la vida, a pesar de haber pasado ya por las duras pruebas del presidio y la condena a muerte. Las noches blancas no sólo nos presenta la compañía (la comunión entre dos almas solitarias y necesitadas) y las palabras como medio de evasión, sino como felicidad en sí. No son una excusa, una huída escapista, sino un fin que puede justificar todas las penalidades, aunque se trate de un mero paréntesis en dos vidas marcadas por la desgracia. Esos momentos son los que nos hacen poder levantarnos cada mañana, parece decirnos Dostoivski, aunque se trate de algo accidental y temporal, aunque sean momentos que evoquen otros momentos como falsa excusa de subsistencia...

Sabía que existían al menos dos adaptaciones al cine de la obra: una de Luchino Visconti y otra de Robert Bresson. Así pues, el otro día al fin me hice con la versión de Visconti, que supongo más fiel al original y menos personal que la de Bresson (si alguien ha visto Cuatro noches de un soñador puede confirmarlo o desmentirlo). Cuando ves llevado al cine alguno de los libros más importantes de tu vida suele ser frecuente una pequeña decepción, así que yo iba preparado para todo. Pero, sinceramente, tengo que decir que Visconti realizó un gran trabajo. Mastroianni y Maria Schell (la de El árbol del ahorcado) realizan dos interpretaciones impagables, encarnando a la perfección el espíritu de los personajes originales y logrando momentos de gran emoción. Pero lo mejor, sin duda, es la puesta en escena de Visconti, que capta toda la magia que necesita la historia, fotografiando entre brumas el puente y las semiderruídas viviendas que circundan el río, sin resentirse del cambio de localización de San Petersburgo por una anónima ciudad italiana.

Si tuviera que poner algún pero, destacaría que no me convence la decisión de introducir flash-backs en la historia, pues rompe una idea fundamental del relato (señalada más arriba) que apela a la oralidad y a la recreación imaginativa como un ente propio de felicidad. Habría sido muy arriesgado contar todo en presente, sin salto temporal alguno, sobre todo en la época en que Visconti rodó el film, mediados los años cincuenta, así que podemos disculparlo. De haberlo hecho así, creo que la película podía haber funcionado como un eslabón perfecto entre el Neorrealismo italiano y la Nouvelle vague francesa.

8 comentarios:

Rosenrod dijo...

Un Visconti que tengo pendiente, Daniel... y que me has hecho aún más imperativo ver.

Un saludo!

Daniel Quinn dijo...

Me alegra leer eso Rosen, pero no me hago responsable de los daños colaterales si no te gusta, jeje. A mí Visconti me gusta especialmente hasta esa obra maestra que es Rocco y sus hermanos; a partir de ahí creo que se vuelve demasiado manierista. Un secreto: me duerme El gatopardo.
Saludos!!

Rosenrod dijo...

Pues, ya que estamos, te cuento otro secreto: aunque tiene momentos que me gustan, "Muerte en Venecia" se me hizo de un laaaaaargo... que ni te imaginas :)

Un saludo!

Anónimo dijo...

¿Hablamos de Confidencias? Creo qeu Visconti tiende a caer en un ya citado manierismo que hace que su cine resulte pesado y arduo de ver, pero no obstante, siempre logra ser interesante.

De Dostoievski sólo he leído El Jugador, y tampoco he visto esta película, así que me limitaré a darte la enhorabuena por esa gran sensación (y rara) que es que alguien logre adaptar una novela que significó tanto para uno de una forma más que aceptable.

Un saludo

Daniel Quinn dijo...

Jeje, pues Confidencias no la he visto (y eso que la tengo en DVD desde que la regaló Tiempo hace ya años), pero con "Muerte en Venecia" me pasa lo mismo que a Rosenrod... Tanta decadencia me supera. Y como última confidencia..., de lo que he leído de Dostoievski lo que menos me gusta es El jugador, con toda su fama. Supongo que será algo personal, porque no consigo comulgar con ninguno de los personajes y, a la postre, eso acaba marcando la sensación final. Algún día lo analizaremos, jeje.

En fin, muchas gracias por los comentarios, Fer y Rosen, siempre es un placer teneros por aquí :)
Saludos!!

Anónimo dijo...

A mí también me encantó Noches Blancas. Será que todos aquí somos soñadores.
Buscaré esa película.

Daniel Quinn dijo...

Espero que no te defraude, Bessy. Es difícil que una película esté a la altura de las expectativas que nos levanta el libro, pero creo que Visconti captó perfectamente su esencia.
Me da la impresión de que Noches Blancas es un pequeño libro de culto pues, no siendo muy conocido dentro de la obra del ruso, es muy admirado por unos pocos. Es tan especial...
Por cierto, me ha encantado tu heterogéneo blog :)
Un saludo!

veronica dijo...

soy muy fanatica de Dostoievski, he leido la mayoria de sus obras. te recomiendo Humillados y Ofendidos