Ya hemos hablado por aquí en alguna ocasión de Chantal Akerman, Jean Eustache y Philippe Garrel. Junto a ellos, el otro pilar de la generación "post-Nouvelle Vague" seguramente sea Maurice Pialat. La alargada sombra y la inmortalidad de la Nouvelle Vague ha ensombrecido su resonancia de una manera completamente injusta, siendo Pialat el más afectado de todo ello (posiblemente por no tener un estilo en apariencia tan personal y arriesgado como sus otros compañeros). A primera vista llama la atención una serie de características comunes a esta generación, como el tono marcadamente autobiográfico de muchas obras, la desesperanza devenida en desesperación del ambiente respirado, la austeridad narrativa (mucho más cercanos a Bresson que a Godard), o las situaciones límites a que se condenan los propios personajes.

Tenemos todas estas características en Nosotros no envejeceremos juntos, una de las películas más conocidas de Pialat, que trata el tema de la descomposición de la pareja desde una óptica bastante arriesgada y (me atrevería a decir) peligrosa. No quiero destripar nada, pero la visión que se nos da es la de un desequilibrio constante entre los dos miembros de la pareja, de tal manera que uno domine al otro hasta casi destruirlo. De hecho, durante la primera mitad de la cinta asistimos a algunos momentos ciertamente insoportables, donde se hace patente la brutalidad del hombre con su maltrato (físico y psicológico) al adorable y magnífico personaje interpretado por Marlène Jobert (que recuerda enormemente, como muy bien apunta Sedmikrasky, a la chabroliana Stephane Audran). Pero Pialat no es maniqueo, y la segunda mitad de la película llega a la auténtica grandeza, llega a hacernos comprender la miseria que anida en aquellos que parecen más fuertes, y podemos ver cómo la pasión amorosa puede distorsionar los sentidos, y el enfriamiento de años sin relación hacer de una pareja un oasis de estabilidad bajo el que la sombra de la duda permanecerá aletargada.

Como decía, este personaje masculino, tan negativo como necesitado de comprensión, me ha parecido una visión muy similar pero menos bondadosa del padre de A nuestros amores (que interpretaría el propio Pialat una década después), o una versión madura (pero no con menos defectos) del Jean Pierre Leaud de La mamá y la puta. Seguramente él sea el centro de la película, por lo que estamos ante una obra difícil de ver para ciertas sensibilidades, pues durante casi todo el metraje se percibe, dentro de una cotidianeidad y naturalidad absolutamente impecables, una tensión que se palpa, que Pialat sabe recrear como nadie, y que puede rozar el terror psicológico. Desde luego, el espectador no puede permanecer neutral ante lo que ve, no hay ninguna frialdad en la pantalla, y el punto de vista del espectador se convierte en un elemento fundamental, capaz de transformar la película.
Y este modesto homenaje a tan intensa y magnífica creación el día que se ha fallado el palmarés del Festival de Cannes, veinte años después de que el galardonado fuera el propio Pialat con su polémica Bajo el sol de Satán. (Y este año no ha sido menos polémica la cosa con la victoria de Mungiu, para algunos un nuevo genio del cine rumano, para otros un simple y poco talentoso "explota-Lazarescus". Yo, personalmente, me alegro por el Premio del Jurado para Kawase. Espero que sirva para su estreno en España).
PD: una pena no tener ya entre nosotros a Eustache y Pialat, pero afortunados somos de que Akerman y Garrel sigan en plena forma.
Tenemos todas estas características en Nosotros no envejeceremos juntos, una de las películas más conocidas de Pialat, que trata el tema de la descomposición de la pareja desde una óptica bastante arriesgada y (me atrevería a decir) peligrosa. No quiero destripar nada, pero la visión que se nos da es la de un desequilibrio constante entre los dos miembros de la pareja, de tal manera que uno domine al otro hasta casi destruirlo. De hecho, durante la primera mitad de la cinta asistimos a algunos momentos ciertamente insoportables, donde se hace patente la brutalidad del hombre con su maltrato (físico y psicológico) al adorable y magnífico personaje interpretado por Marlène Jobert (que recuerda enormemente, como muy bien apunta Sedmikrasky, a la chabroliana Stephane Audran). Pero Pialat no es maniqueo, y la segunda mitad de la película llega a la auténtica grandeza, llega a hacernos comprender la miseria que anida en aquellos que parecen más fuertes, y podemos ver cómo la pasión amorosa puede distorsionar los sentidos, y el enfriamiento de años sin relación hacer de una pareja un oasis de estabilidad bajo el que la sombra de la duda permanecerá aletargada.

Como decía, este personaje masculino, tan negativo como necesitado de comprensión, me ha parecido una visión muy similar pero menos bondadosa del padre de A nuestros amores (que interpretaría el propio Pialat una década después), o una versión madura (pero no con menos defectos) del Jean Pierre Leaud de La mamá y la puta. Seguramente él sea el centro de la película, por lo que estamos ante una obra difícil de ver para ciertas sensibilidades, pues durante casi todo el metraje se percibe, dentro de una cotidianeidad y naturalidad absolutamente impecables, una tensión que se palpa, que Pialat sabe recrear como nadie, y que puede rozar el terror psicológico. Desde luego, el espectador no puede permanecer neutral ante lo que ve, no hay ninguna frialdad en la pantalla, y el punto de vista del espectador se convierte en un elemento fundamental, capaz de transformar la película.
Y este modesto homenaje a tan intensa y magnífica creación el día que se ha fallado el palmarés del Festival de Cannes, veinte años después de que el galardonado fuera el propio Pialat con su polémica Bajo el sol de Satán. (Y este año no ha sido menos polémica la cosa con la victoria de Mungiu, para algunos un nuevo genio del cine rumano, para otros un simple y poco talentoso "explota-Lazarescus". Yo, personalmente, me alegro por el Premio del Jurado para Kawase. Espero que sirva para su estreno en España).
PD: una pena no tener ya entre nosotros a Eustache y Pialat, pero afortunados somos de que Akerman y Garrel sigan en plena forma.