Resulta difícil encontrar un punto del que partir para retratar literariamente los miedos que los ciudadanos de un país han heredado de su propia historia. Los resortes que reactivan esos miedos pueden saltar en cualquier momento y perseguir a cualquiera en determinados momentos, y esa sensación transmite Eloy M. Cebrián de la mejor manera posible a través de una versátil colección de relatos que presentan un sustrato común, aquél que marca el miedo, la soledad y la inseguridad como patrimonios del ciudadano moderno.
Estos relatos conforman una crónica general de la devastación emocional, reflejando la manera en que esto se trasluce en la vida cotidiana. Para este collage, Eloy se vale de una tradición literaria multidimensional, que bebe de los clásicos para transmitir una óptica contemporánea y libre de ataduras formales o temáticas. Para explicar esta naturaleza multidimensional de la obra puede servir de ejemplo el relato "Anamorfosis", piedra angular del libro y, desde ya, auténtico clásico de la literatura breve.
Funcionando a las vez en varios niveles significativos, "Anamorfosis" es un desesperado grito de ayuda de su narrador, que es esclavo de sus propios miedos y de una ambigüedad de la sociedad actual que fluctúa entre lo que es preferible considerar real y lo que resulta más cómodo tomar como ficción. Porque el dolor que no se ve no existe, o no existe para el que no lo sufre. Pero incluso para quien lo sufre puede resultar más llevadera su propia negación, mantenerlo oculto como una piedra preciosa que regenerara al acariciar pero que en realidad fuera carcomiendo las entrañas.
Es el profundo realismo de este relato, perfectamente anclado en los cánones de la literatura fantástica, lo que lo convierte en una pieza maestra que articula el resto del libro. Porque el McGuffin de "Anamorfosis" está en un individuo que vive atormentado por ser diferente al resto de personas que lo rodean, o al menos a lo que él ve del resto de personas que están frente a él: tiene una cuarta dimensión invisible que lo convierte en un monstruo. Y a fin de cuentas, el conjunto de relatos de "Comunión" juega con unas coordenadas multidimensionales tienen entre sus ejes a Borges, Bioy, Cortázar, Poe, Wilde, Lovecraft, Chejov, Cheever o Carver, pero también conceptos como el pastiche postmoderno, la iconografía pop, la nostalgia autoirónica, o el diálogo introspectivo (contradicción posibilitada por esa multiplicidad de cada persona, cada uno con sus fantasmas).
Entre el costumbrismo, la crítica social, la herencia del pasado, la alegoría, y la literatura fanstástica, Eloy M. Cebrián se salva tanto de caer, por una parte, en el realismo tímido que tanto daño ha hecho a la creación nacional en los últimos tiempos, como del exceso fantástico y la pérdida de identidad que pueden ser propiciados por un exceso de imaginación. En el primer caso, el autor evita cualquier dogmatismo y nunca cae en la complacencia consigo mismo o con los personajes, no regala compasión ni cae en subterfugios psicologistas: podríamos decir que, moralmente, es casi bressoniano. En cuanto a los relatos de corte más fantástico, es destacable el ejercicio de depuración y contención presente en cada momento. Cada relato del libro es irreprochable y, si alguien puede echar algo en falta quizás sea, en algún momento puntual, que el autor decida saltar finalmente al vacío y omita alguna apostilla explicativa que da el tono más clásico a ciertos relatos. Esto, sin embargo, nunca hace perder al conjunto el necesario toque de anfibología.
Los personajes de este conjunto de relatos son hijos de su tiempo, de Internet, de los teléfonos móviles, del estrés y del pastiche postmoderno, pero también son hijos del catolicismo más rancio, de décadas y décadas de dictadura, del resentimiento, del resquemor, de una libertad nunca del todo autoconsciente, y del vacío de no poder afrontar la propia identidad.
La estructura de los relatos, consecuentemente con la multidimensionalidad mencionada, también varía, yendo desde el clásicismo decimonónico más pulcro hasta el mosaico coral heredado de Dos Passos o Faulkner, la alegoría borgiana o la estética del vacío llevada por Raymond Carver hasta sus últimas consecuencias. Esto salva al libro de poder ser demasiado plano o no parecer formalmente consecuente con su planteamiento teórico. Así pues, todas estas influencias se articulan en una estructura arbórea que parte (por poner un artificioso comienzo, que en realidad no existe y podría remontarse mucho más atrás) de Poe y de Chejov, cabezas fundacionales del relato breve como género literario, y se va abriendo, respectivamente, por un lado a través de Wilde y Cortázar y por otro de Jorge Luis Borges y John Cheever. Pero no sólo estas influencias planean sobre el libro de Eloy Cebrián, porque no se puede olvidar al omnipresente Kafka, sombra que planea con fuerza a través del propio Borges o de Raymond Carver (y opino, no sin riesgo, que Kafka está presente, directa o indirectamente, en cualquier cosa interesante que se escriba actualmente).
Y aprovechando esta mirada atrás no podemos olvidar que los relatos de "Comunión" cumplen perfectamente los preceptos que ya establecía el infante Don Juan Manuel en el siglo XIV como fundamentales para sus creaciones literarias: precisión, claridad y brevedad. La diferencia está en que quizás en aquella época era posible e incluso práctico reducir ideas, conceptos y emociones a una moraleja final que funcionara como catalizador de doctrinas. Eloy Cebrián es consciente de que hace tiempo que eso dejó de ser posible, y la respuesta a una sociedad compleja tiene que ser una literatura abierta, sin cortapisas morales o estéticas, y que pueda dialogar cara a cara con el material de su propio ser: la individualidad de cada uno de los lectores.
Estos relatos conforman una crónica general de la devastación emocional, reflejando la manera en que esto se trasluce en la vida cotidiana. Para este collage, Eloy se vale de una tradición literaria multidimensional, que bebe de los clásicos para transmitir una óptica contemporánea y libre de ataduras formales o temáticas. Para explicar esta naturaleza multidimensional de la obra puede servir de ejemplo el relato "Anamorfosis", piedra angular del libro y, desde ya, auténtico clásico de la literatura breve.
Funcionando a las vez en varios niveles significativos, "Anamorfosis" es un desesperado grito de ayuda de su narrador, que es esclavo de sus propios miedos y de una ambigüedad de la sociedad actual que fluctúa entre lo que es preferible considerar real y lo que resulta más cómodo tomar como ficción. Porque el dolor que no se ve no existe, o no existe para el que no lo sufre. Pero incluso para quien lo sufre puede resultar más llevadera su propia negación, mantenerlo oculto como una piedra preciosa que regenerara al acariciar pero que en realidad fuera carcomiendo las entrañas.
Es el profundo realismo de este relato, perfectamente anclado en los cánones de la literatura fantástica, lo que lo convierte en una pieza maestra que articula el resto del libro. Porque el McGuffin de "Anamorfosis" está en un individuo que vive atormentado por ser diferente al resto de personas que lo rodean, o al menos a lo que él ve del resto de personas que están frente a él: tiene una cuarta dimensión invisible que lo convierte en un monstruo. Y a fin de cuentas, el conjunto de relatos de "Comunión" juega con unas coordenadas multidimensionales tienen entre sus ejes a Borges, Bioy, Cortázar, Poe, Wilde, Lovecraft, Chejov, Cheever o Carver, pero también conceptos como el pastiche postmoderno, la iconografía pop, la nostalgia autoirónica, o el diálogo introspectivo (contradicción posibilitada por esa multiplicidad de cada persona, cada uno con sus fantasmas).
Entre el costumbrismo, la crítica social, la herencia del pasado, la alegoría, y la literatura fanstástica, Eloy M. Cebrián se salva tanto de caer, por una parte, en el realismo tímido que tanto daño ha hecho a la creación nacional en los últimos tiempos, como del exceso fantástico y la pérdida de identidad que pueden ser propiciados por un exceso de imaginación. En el primer caso, el autor evita cualquier dogmatismo y nunca cae en la complacencia consigo mismo o con los personajes, no regala compasión ni cae en subterfugios psicologistas: podríamos decir que, moralmente, es casi bressoniano. En cuanto a los relatos de corte más fantástico, es destacable el ejercicio de depuración y contención presente en cada momento. Cada relato del libro es irreprochable y, si alguien puede echar algo en falta quizás sea, en algún momento puntual, que el autor decida saltar finalmente al vacío y omita alguna apostilla explicativa que da el tono más clásico a ciertos relatos. Esto, sin embargo, nunca hace perder al conjunto el necesario toque de anfibología.
Los personajes de este conjunto de relatos son hijos de su tiempo, de Internet, de los teléfonos móviles, del estrés y del pastiche postmoderno, pero también son hijos del catolicismo más rancio, de décadas y décadas de dictadura, del resentimiento, del resquemor, de una libertad nunca del todo autoconsciente, y del vacío de no poder afrontar la propia identidad.
La estructura de los relatos, consecuentemente con la multidimensionalidad mencionada, también varía, yendo desde el clásicismo decimonónico más pulcro hasta el mosaico coral heredado de Dos Passos o Faulkner, la alegoría borgiana o la estética del vacío llevada por Raymond Carver hasta sus últimas consecuencias. Esto salva al libro de poder ser demasiado plano o no parecer formalmente consecuente con su planteamiento teórico. Así pues, todas estas influencias se articulan en una estructura arbórea que parte (por poner un artificioso comienzo, que en realidad no existe y podría remontarse mucho más atrás) de Poe y de Chejov, cabezas fundacionales del relato breve como género literario, y se va abriendo, respectivamente, por un lado a través de Wilde y Cortázar y por otro de Jorge Luis Borges y John Cheever. Pero no sólo estas influencias planean sobre el libro de Eloy Cebrián, porque no se puede olvidar al omnipresente Kafka, sombra que planea con fuerza a través del propio Borges o de Raymond Carver (y opino, no sin riesgo, que Kafka está presente, directa o indirectamente, en cualquier cosa interesante que se escriba actualmente).
Y aprovechando esta mirada atrás no podemos olvidar que los relatos de "Comunión" cumplen perfectamente los preceptos que ya establecía el infante Don Juan Manuel en el siglo XIV como fundamentales para sus creaciones literarias: precisión, claridad y brevedad. La diferencia está en que quizás en aquella época era posible e incluso práctico reducir ideas, conceptos y emociones a una moraleja final que funcionara como catalizador de doctrinas. Eloy Cebrián es consciente de que hace tiempo que eso dejó de ser posible, y la respuesta a una sociedad compleja tiene que ser una literatura abierta, sin cortapisas morales o estéticas, y que pueda dialogar cara a cara con el material de su propio ser: la individualidad de cada uno de los lectores.
Web de Eloy M. Cebrián
Y aprovecho para comentar que el libro se presentará el próximo 3 de diciembre en Madrid, en la carveriana librería Tres rosas amarillas
2 comentarios:
Éste es otro pinche espam en busca de lectores:
libro de cuentos: Trolebús maravilla en trolebusmaravilla.blogspot
Perdona la invasión
Únete si te apetece a esta inciciativa , y pásalo
EL DIA 13 DE DICIEMBRE ANTONIO MACHADO RECITA Y HABLA EN LA RED
Copia en tu blog el dia 13 de diciembre un poema o un texto de Antonio Machado, o escribe sobre él. ¡Consigamos una jornada machadiana vírica!
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