domingo, enero 25, 2009

Carveriana: de Mendes a Reichardt


-¿Hola?
-Hola Dan.
-¿Wendy? Dejame apagar el Tv. ¿Donde estás?
-En Oregón.
-¿Sola?
-Sí, algo así.
-¿Y qué pasa?
-Nada, solo llamo...
-¿Nada?...
-El coche se averió. Y hay algo malo... Lucy está perdida.

(Entra la hermana en la conversación, cogiendo otro teléfono)

-¿Quien es esa?
-Tu hermana, su coche se averió en Oregón.
-Hola Deb.
-¿Y que quiere que hagamos por ella?
-Nada... Sólo llamo.
-Sólo está llamando.
-Pues no podemos hacer nada. No sé qué es lo que quiere.
-No quiero nada, sólo llamo.
-No puedo seguir en el telefono. Hablamos luego. Adios cariño. ¿Está todo bien?
-Si, todo está bien.
-Ya está oscureciendo, así que te llamo luego.
-Está bien.
-Todo estará bien, nos vemos.
-Sí, nos vemos, adiós.
-Adiós.
Sólo esta modesta escena de Wendy y Lucy es mucho más incisiva y dice mucho más acerca de los problemas de fondo del estamento familiar estadounidense que la última película de Sam Mendes, Revolutionary Road, en todo su metraje.

En ambos films se percibe un herencia similar, la de ese realismo sucio norteamericamo que intenta escarbar en las miserias y los sueños frustrados y que dieron tan buenos resultados en un cierto tipo de literatura. Revolutionary Road intenta asimilar esta herencia directamente, yendo a los orígenes, a esa obra Richard Yates que anticiparía la mirada de los que llegaron después. Wendy y Lucy nos recuerda más directamente a Raymond Carver, esa desazón, ese vacío, y nos muestra enormes panorámicas íntimas a través de un detalle, como puede ser la referida conversación telefónica.


La película de Sam Mendes tiene buenas intenciones, pero intenta ser demasiado importante y llega a lastrar casi todos sus logros. Por ejemplo, uno de los mejores momentos de la película, cuando Kate Winslet encuentra la foto parisina de su marido y se desencadena el motor de la trama, queda estropeado por el inmediato flashback que intenta explicar lo que pasa por la cabeza de la protagonista subrayando lo que cualquier espectador mínimamente atento ya sabía. Momentos así existen dispersos por todo el metraje, de modo que algo que parecía y podía haber sido profundo sutil acaba en el cajón desastre del cine hollywoodiense, incorporando sus clichés y algunas de sus peores armas. No hay más que pensar en lo peor de la película, el vergonzoso personaje interpretado por Michael Shannon, que parece el propio Sam Mendes explicando la película una vez más no vaya a ser que alguien no la haya entendido.


Por contra, en Wendy y Lucy, Kelly Reichardt no comete ninguno de estos errores y consigue que su película convierta una mínima trama argumental en una poderosísima mirada sobre la soledad, la América profunda, y la condición humana en general. Con un estilo impecablemente preciso, capaz de hacer corpóreo el propio poder de la tierra y de una determinada geografía urbano-rural, la directora estadounidense recoge la mejor herencia de cineastas como Jim Jarmusch y la más pura esencia del minimalismo literario de Raymond Carver.

Y tanto que se está hablando de Kate Winslet y su correcta interpretación en Revolutionary Road, da un poco de pena que pase desapercibida la sobrenatural actuación de Michelle Williams en Wendy y Lucy, de quien se rumoreó una posible nominación al Óscar que, como era de esperar, se ha quedado tristemente en el aire.

Revolutionary Road, a pesar de todos sus defectos, es una película interesante, con momentos que llegan a ser sutiles para estar hechos dentro del establishment hollywoodiense. Wendy y Lucy, por contra, es una obra imprescindible, la otra cara de la moneda.

viernes, enero 09, 2009

10 recuerdos de 2008. Libros

Podrían entrar otros muchos en esta lista, pero por no repetir demasiado o por unas cosas u otras he optado por lo que sigue. Ha sido otro año de seguir leyendo alguna cuenta pendiente de Roth o Vila-Matas, sin olvidar que ha sido del año de la publicación de la estupenda última novela de nuestro amigo Eloy M. Cebrián.



SEBALD

Ha sido mi año de entrar a fondo en Sebald, que le tenía ganas, y aprovechar la coyuntura para escribir el texto que salió en el último Shangri-La. Ahí me explico más a fondo.


JAKOB VON GUNTEN

Llegué a Walser a través de Vila-Matas y su Doctor Pasavento y sólo puedo decir que fue un inmenso acierto. Esta novelita breve está emparentada directamente con Las tribulaciones del estudiantes Törless, y se complementan a la perfección. Su aparente sencillez y menores pretensiones respecto a la excelente novela de Musil pueden llevan al engaño que sumergió durante años esta obra en el olvido; sin embargo, los recovecos y evocaciones que esconde resultan fascinantes y abre la novela a innumerables ramificaciones mentales. La magia de lo no escrito.

SUTTREE

El año que por fin he leído a Cormac McCarthy, aprovechando el boom cinematográfico, me hice primero con su libro más reconocido, Meridiano de sangre, y esa resurrección del coronel Kurtz. Sin negar las excelencias de la novela, en ocasiones su agresividad (acrecentada por el exquisito y crudo lirismo de las descripciones) me revolvía demasiado el estómago. Así que me quedo con Suttree, igual o superior que la anterior literariamente y, a mi juicio, con más alma. La historia de la novela americana corre por sus venas, y el protagonista resulta inolvidable y fascinante. No hay motivos, como en las novelas de McCarthy, como en el despertar de cada día.



RUIDO DE FONDO

También comenté en su momento algo de la apocalíptica novela ochentera de Don DeLillo. Una obra que sigue viva después de su lectura, capaz de crear imágenes que renacen en la cotidianidad.



LLÁMALO SUEÑO

Exquisito catálogo de los terrores infantiles. Tantas veces aclamada como el germen de la novela judía estadounidense, esperaba encontrarme otra cosa, más cercana a Roth o Bellow; sin embargo, una vez desterrados los prejuicios, la novela de Henry Roth demuestra ser capaz de volar por sí misma, desde las tinieblas de una infancia empeñada en deformar la realidad. COmo todas las infancias.


LA EDUCACIÓN SENTIMENTAL

Obra total de Flaubert, recapitulación de sus temas, obsesiones y tan exquisita como siempre. Llevaba años queriendo confirmar que lo que decía Woody Allen ante el magnetófono de Manhattan era cierto.


LA INVENCIÓN DE MOREL

Su brevedad no impide la excelencia. La novelita de Bioy es algo así como la puerta de entrada a todas las ambiciones de un género normalmente despreciado como la ciencia ficción. Perfecta para plantearnos la realidad de nuestra propia existencia y, de paso, desdramatizar en cierto modo nuestra concepción del mundo. Especialmente recomendada para físicos y telecos, sobre todo si alguien quiere tener ideas para alzarse con un Nobel.

2666

Otra novela enorme, inabarcable, de la que ya se ha dicho de todo. Es una alegría el boom Bolaño, pero queda preguntarse: ¿qué fue primero el mito o la novela?. El problema ahora está en que nos obliguen a elegir: ¿Los detectives o ésta?


LA GEOMETRÍA DEL AMOR/SAUCE CIEGO, MUJER DORMIDA

Para los relatos tengo que quedarme con La geometría del amor, antología de John Cheever, padre adoptivo (Chejov siempre estará ahí) de varias generaciones de cuentistas estadounidenses, entre ellos mi adorado Raymond Carver. Pero tampoco puedo olvidarme de Sauce ciego, mujer dormida, los relatos de Murakami, en un año en que tengo la impresión de que se ha hablado mucho más de su interesantísima y absorbente After dark. Si en ocasiones me da la impresión de que las novelas de Murakami están al borde del abismo, e incluso llegan a caer en él, sus relatos me parecen irreprochables, de una concisión y serenidad que revelan lo más auténtico del autor, por mucho que él reivindique ante todo su condición de novelista. Un bálsamo espiritual.


EN LAS ALTURAS

Y en cuanto a obra lírica me salgo de la poesía para quedarme con otro librito muy breve, pero especialmente intenso, en el que no sólo se palpa, sino que llega a doler todo el desgarro de Thomas Bernhard. No recuerdo absolutamente nada del argumento, pero la sensación sigue ahí, y más en estos días de nieve y helada.






Y, finalmente, no me resisto a un epílogo con dos nominaciones más. Una de ellas referida al mundo de los blogs, al furibundo artículo de Javier Marías que tanto revuelo ha provocado por la Red. A mí lo único que me provoca es un poco de pena por la desinformación de alguien como Marías, y la facilidad para generalizar y lanzar juicios de valor desde ciertas posiciones de influencia. Eso lo convertiría en una anécdota graciosa si no fuera porque mucha gente que nunca ha tocado un ordenador ya tiene excusa y punto de referencia para despotricar contra las nuevas tecnologías. En fin, yo siempre he preferido al Marías novelista que al articulista que a veces parece poseído por el furibundo espíritu de Pérez-Reverte. Pero esa es otra historia que trataremos otro día. Y a pesar de todo, los Reyes me han traído este año su trilogía Tu rostro mañana, a la que tengo muchísimas ganas y con la que me podré cuando la cola de libros pendientes avance unas pocas posiciones.

Y la otra nominación es para el "libro" que ha cerrado una etapa de mi vida personal, esa "Implementación de un sistema remoto de pruebas de interoperabilidad para servicios basados en tarjetas inteligentes en el estándar DVB-MHP". Ya ha pasado un año pero parece que fue ayer :)