"Wavelength" comienza con la cámara fija en un punto indeterminado de una habitación y un rumor de coches procedente de la calle. A lo largo de los 45 minutos de duración, el espectador asiste a un lento zoom que revelará el contenido de las fotografías colgadas en la pared de enfrente; al tiempo, la banda sonora está compuesta básicamente por un tono sinusoidal cuya frecuencia va aumentando lentamente (haciéndose en ocasiones difícil de soportar, haciendo crujir los oídos de los espectadores con cada trago de saliva, como si despegáramos en un avión mal presurizado). Mientras tanto pasará el día y la noche, y sólo existirán tres interrupciones a modo de apariciones humanas: dos mujeres se acercan a las ventanas, las cierran, y permanecen un tiempo mirando a través de ellas; posteriormente, un hombre de desploma en el suelo tras sonar unos disparos; por último, una mujer se acerca al teléfono junto a la ventana y entabla una conversación que el constante pitido constante impide descifrar. Estas interrupciones pretenden resaltar el carácter de representación del propio cine, a la vez que muestran conceptos vitales fundamentales como son la observación, la comunicación y la muerte. ¿No podemos reducir de una forma u otra todas nuestras opciones vitales a estas tres actividades? Con esto la vida sigue, perovuelve a empezar su nuevo ciclo a una determinada frecuencia, lo cual sólo supone un cambio de punto de vista, lo que puede evocar directamente a unas ciertas ideas religiosas.
Viendo esto parece evidente que no es posible un título mejor ni más elocuente para esta película experimental de Michael Snow, que en castellano se puede traducir como "longitud de onda". Sin embargo, hay más. Todo el film de Snow es una especie de ensayo sobre la manera de entender la realidad y, como contraposición al clásico espacio-tiempo, nos dice que todo se puede tratar en términos de frecuencia (como sabemos, la inversa de la longitud de onda). La articulación de la realidad en torno a la frecuencia se realiza en los diferentes planos formales de la película.
El primer y más evidente barrido es el sonoro, ya que el tono que se escucha (el sonido más básico y puro, una simple onda seno) va aumentando paulatinamente su frecuencia pasando así de un sonido muy grave o otro muy agudo o, lo que es lo mismo, dismunuyendo en la misma medida su longitud de onda.
En el plano visual, observamos la aparición de filtros de colores que nos hacen cambiar la percepción de la escena. Cada color se corresponde a una determinada frecuencia, con lo cual Snow va recorriendo la zona del visible del espectro electromagnético variando la longitud de onda de la luz que llega a nuestras retinas.
En cuanto al espacio, como ya se ha comentado, la película comienza en una imagen inicial de una habitación que consideramos real. Cuando el zoom llega al final, a la fotografía situada en la columna central, esta pasa a ocupar toda la pantalla. Si prescindimos de los 45 minutos anteriores esta imagen pasaría a ser nuestra realidad, que sólo viene modificada por el tiempo pasado o, si seguimos en términos matemáticos, por unas determinadas condiciones iniciales. En ese momento el espectador se pregunta por la auténtica naturaleza de la imagen inicial, y en esa imagen de la imagen de la imagen existe también una resonancia cíclica, articulada a una determinada frecuencia. Para redondear la jugada, en ese momento de clímax en que el sonido cesa y la fotografía de la pared copa la pantalla, nos damos cuenta de que ésta representa la imagen de un mar surcado por una ola, otra onda de naturaleza sinusoidal. La calma llega a la imagen y al sonido, nos comunica un estado mágico y descubre que se ha llegado al final del ciclo. Adicionalmente, momentos antes de llegar al fondo del zoom, se puede apreciar en la pared, sobre la fotografía a la que se acerca la imagen inexorablemente, un dibujo de dos chicas, o dos bailarinas, aparentemente iguales pero de distinto tamaño. Otra réplica que nos recuerda que la película trata sobre la naturaleza cíclica de la vida.
Porque la vida, parece decirnos Snow, es un ciclo infinito, una onda sinusoidal, y nuestra misión es modularla a una determinada frecuencia para darle el sentido, la forma y la perspectiva desde la que queramos enfocar nuestra manera de ver, escuchar y comunicarnos con el mundo.
Viendo esto parece evidente que no es posible un título mejor ni más elocuente para esta película experimental de Michael Snow, que en castellano se puede traducir como "longitud de onda". Sin embargo, hay más. Todo el film de Snow es una especie de ensayo sobre la manera de entender la realidad y, como contraposición al clásico espacio-tiempo, nos dice que todo se puede tratar en términos de frecuencia (como sabemos, la inversa de la longitud de onda). La articulación de la realidad en torno a la frecuencia se realiza en los diferentes planos formales de la película.
El primer y más evidente barrido es el sonoro, ya que el tono que se escucha (el sonido más básico y puro, una simple onda seno) va aumentando paulatinamente su frecuencia pasando así de un sonido muy grave o otro muy agudo o, lo que es lo mismo, dismunuyendo en la misma medida su longitud de onda.
En el plano visual, observamos la aparición de filtros de colores que nos hacen cambiar la percepción de la escena. Cada color se corresponde a una determinada frecuencia, con lo cual Snow va recorriendo la zona del visible del espectro electromagnético variando la longitud de onda de la luz que llega a nuestras retinas.
En cuanto al espacio, como ya se ha comentado, la película comienza en una imagen inicial de una habitación que consideramos real. Cuando el zoom llega al final, a la fotografía situada en la columna central, esta pasa a ocupar toda la pantalla. Si prescindimos de los 45 minutos anteriores esta imagen pasaría a ser nuestra realidad, que sólo viene modificada por el tiempo pasado o, si seguimos en términos matemáticos, por unas determinadas condiciones iniciales. En ese momento el espectador se pregunta por la auténtica naturaleza de la imagen inicial, y en esa imagen de la imagen de la imagen existe también una resonancia cíclica, articulada a una determinada frecuencia. Para redondear la jugada, en ese momento de clímax en que el sonido cesa y la fotografía de la pared copa la pantalla, nos damos cuenta de que ésta representa la imagen de un mar surcado por una ola, otra onda de naturaleza sinusoidal. La calma llega a la imagen y al sonido, nos comunica un estado mágico y descubre que se ha llegado al final del ciclo. Adicionalmente, momentos antes de llegar al fondo del zoom, se puede apreciar en la pared, sobre la fotografía a la que se acerca la imagen inexorablemente, un dibujo de dos chicas, o dos bailarinas, aparentemente iguales pero de distinto tamaño. Otra réplica que nos recuerda que la película trata sobre la naturaleza cíclica de la vida.
Porque la vida, parece decirnos Snow, es un ciclo infinito, una onda sinusoidal, y nuestra misión es modularla a una determinada frecuencia para darle el sentido, la forma y la perspectiva desde la que queramos enfocar nuestra manera de ver, escuchar y comunicarnos con el mundo.
6 comentarios:
Uy uy uy.. que entrada más telekito. Que se te ha visto el plumero :p.
Estoy seguro de que los profesores del SSR estarían orgullosos de ello.
Ciértamente le tenía que salir la vena ingenieril. Ya sabemos que donde esté un buen seno...
Saludos
Jejeje, Óscar, los del SSR a lo mejor sí, pero como nos metamos con los del ETC creo que nos mandan a septiembre :P
Y Ces, de algo tenía que servir haber estudiado estas cosas durante tantos años :P
Un saludo a los dos!
Muy bueno Daniel, soy nuevo en tu blog...voy a pasar más seguido. Estas invitado a mi blog. Un abrazo!
Ariel.
Hola Daniel!
Te invito a que leas una reflexión que he hecho en mi blog sobre lenguajes cinematográficos alternativos. Espero que la disfrutes.
Tu post me ha encantado.
Un saludo!
Gracias por vuestros comentarios Ariel y Ramón!! Ahora me pasaré por vuestros blogs :)
Un saludo!
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