A estas alturas, Don DeLillo y Philip Roth están reconocidos como dos de los novelistas estadounidenses fundamentales del cambio de siglo. Ambos han ido construyendo una obra muy personal, que crece con los años, y que los sitúa en dos corrientes de la literatura contemporánea muy alejadas entre sí. Por ese motivo resulta interesante fijarse en sendas obras de estos autores a las que separan más de veinte años, y que muestran que, en este tiempo, a pesar del 11-S (o precisamente por ello), las cosas no han cambiado mucho en la sociedad estadounidense.
Ruido de fondo fue publicada en 1985 y está considerada como una de las obras más representativas de Don DeLillo. Leída ahora puede resultar escalofriante por su capacidad profética, y quizás sea el primer libro que, sin saberlo, tratara el síndrome del 11-S. Con un contenido paranoico, heredero de Pynchon y su gusto por la conspiración, la escritura de DeLillo es inusualmente ligera en esta ocasión, como si pretendiera dejar a la luz el ensamblaje que articula los miedos, como si quisiera invocar en el lector la vulnerabilidad de la desnudez. Algún año después, DeLillo ensayaría con una prosa más densa, histérica y polifónica en Libra, acorde con el caracter de conspiración explícita de la trama, logrando también resultados excelentes. Pero en Ruido de fondo el motor es un McGuffin, el escape tóxico de un camión cisterna accidentado que obliga a evacuar una tranquila ciudad de provincias, que funciona como medio para tratar el tema que realmente interesa y que se hará explícito en la segunda mitad del libro: el miedo a la muerte. En realidad, la clave del asunto está en sacar a la luz los miedos que la sociedad obliga a ocultar, las tensiones que se liberan a través de mutaciones psíquicas y sociales, pero que posiblemente se pueden explicar mediante temores primitivos que el individuo no quiere mostrar para no dar síntomas de inmadurez. De este modo, el contemporáneo miedo a las apariencias se une al sempiterno miedo a la muerte liberando un tabú cuya sugerencia sólo mueve al silencio. Don DeLillo se plantea: ¿es el reverencial miedo a la muerte lo que hace pensar en la inmadurez la sociedad americana? ¿No será un síntoma mucho más claro el hecho de negar ese miedo y liberarlo a través de otras "pseudo enfermedades" contemporáneas más fácilmente justificables en un entorno social y competitivo? La amenaza que parece surgir de la tecnología es el miedo a lo desconocido, es decir, a la muerte, y por eso Ruido de fondo, pese a sus claras referencias temporales, siempre estará de actualidad.
Elegía, por su parte, es la primera novela de Roth en la que el 11-S aparece como telón de fondo y, casualmente, es una novela que trata abiertamente, sin cortapisas ni tapujos, el miedo de la muerte. Ya no estamos ante un protagonista de mediana edad, así que no hay tiempo para subterfugios ni excusas, la muerte está ahí y nos mira cara a cara, por fin tenemos derecho a hablar de tú a tú con ella. El libro de Roth es terriblemente directo, tanto que en algunos tramos, de convalecencia en convalecencia, de operación en operación, de hospital en hospital, se hace insoportable. Esto ya nada tiene que ver con la muerte del padre, como se nos contaba en Patrimonio, y donde aquél era un libro duro pero contado con ternura, mostrando en el fondo una historia de amor filial, Elegía no da tregua, va directo a la yugular, es áspero en el estilo, en el mensaje, y en la concisión de su relato, que condensa toda una vida en escasas ciento cincuenta páginas. El convencimiento de la propia vejez, como una amputación del propio cuerpo, se convierte en una pesadilla con una única salida, una única liberación. Como se dice en la novela, la vejez no es una batalla, es una masacre. La muerte no tiene nada de romántico, es un espanto, el camino a la nada. Roth nos lo muestra y enfoca toda una vida desde la desesperación de la muerte.
Una paradoja interesante. Ruido de fondo es un libro escrito en primera persona en el que, sin embargo, el narrador no lo cuenta todo sobre sí mismo, como si se mirara desde fuera, ya que son los hechos, sus comportamientos, y el posterior reconocimiento de los problemas ante su esposa lo que nos dice cuál es el mal que estuvo presente, pero oculto, desde la primera página. Por el contrario, Elegía está escrito en tercera persona, pero desde el principio se nos plantea como una diatriba con la muerte, en la que no se esconde nada del protagonista, como si fuera visto desde dentro por un narrador omnisciente que, en realidad, lo único que sabe tiene que ver con el protagonista de la historia. Quizás el narrador de Elegía sea el propio protagonista una vez muerto, que se ve desde fuera sabiéndolo todo sobre él al tiempo que es consciente de que lo que le ocurrió es algo por lo que puede pasar cualquier hombre, esa degeneración física progresiva que va diciendo, poco a poco, con una fuerza imparable, que la muerte está cada vez más cerca. No se menciona en toda la novela el nombre del protagonista, seguramente por lo que comentamos de que podría tratarse de cualquier persona, y de ahí puede venir el título original de la novela, "Everyman", que querría decir algo así como "cualquier hombre". En definitiva, Ruido de fondo sería una novela de tercera persona escrita en primera persona, y Elegía sería una novela de primera persona escrita en tercera persona.
Ruido de fondo y Elegía nos presentan dos visiones tremendamente certeras de la muerte y de los miedos de la sociedad contemporánea. Ya no son libros que se circunscriban a una delimitación espacial o temporal concreta, a pesar de la tremenda importancia del contexto en ambos casos, y el hecho de universalizar lo local engrandece el tamaño de dos novelas que fueron concebidas, respectivamente, como obra maestra y como relato menor, como nudo gordiano de toda una carrera literaria y como epílogo testamental a muchos años de escritura. Ruido de fondo. Elegía. Réquiem.
Ruido de fondo fue publicada en 1985 y está considerada como una de las obras más representativas de Don DeLillo. Leída ahora puede resultar escalofriante por su capacidad profética, y quizás sea el primer libro que, sin saberlo, tratara el síndrome del 11-S. Con un contenido paranoico, heredero de Pynchon y su gusto por la conspiración, la escritura de DeLillo es inusualmente ligera en esta ocasión, como si pretendiera dejar a la luz el ensamblaje que articula los miedos, como si quisiera invocar en el lector la vulnerabilidad de la desnudez. Algún año después, DeLillo ensayaría con una prosa más densa, histérica y polifónica en Libra, acorde con el caracter de conspiración explícita de la trama, logrando también resultados excelentes. Pero en Ruido de fondo el motor es un McGuffin, el escape tóxico de un camión cisterna accidentado que obliga a evacuar una tranquila ciudad de provincias, que funciona como medio para tratar el tema que realmente interesa y que se hará explícito en la segunda mitad del libro: el miedo a la muerte. En realidad, la clave del asunto está en sacar a la luz los miedos que la sociedad obliga a ocultar, las tensiones que se liberan a través de mutaciones psíquicas y sociales, pero que posiblemente se pueden explicar mediante temores primitivos que el individuo no quiere mostrar para no dar síntomas de inmadurez. De este modo, el contemporáneo miedo a las apariencias se une al sempiterno miedo a la muerte liberando un tabú cuya sugerencia sólo mueve al silencio. Don DeLillo se plantea: ¿es el reverencial miedo a la muerte lo que hace pensar en la inmadurez la sociedad americana? ¿No será un síntoma mucho más claro el hecho de negar ese miedo y liberarlo a través de otras "pseudo enfermedades" contemporáneas más fácilmente justificables en un entorno social y competitivo? La amenaza que parece surgir de la tecnología es el miedo a lo desconocido, es decir, a la muerte, y por eso Ruido de fondo, pese a sus claras referencias temporales, siempre estará de actualidad.
Elegía, por su parte, es la primera novela de Roth en la que el 11-S aparece como telón de fondo y, casualmente, es una novela que trata abiertamente, sin cortapisas ni tapujos, el miedo de la muerte. Ya no estamos ante un protagonista de mediana edad, así que no hay tiempo para subterfugios ni excusas, la muerte está ahí y nos mira cara a cara, por fin tenemos derecho a hablar de tú a tú con ella. El libro de Roth es terriblemente directo, tanto que en algunos tramos, de convalecencia en convalecencia, de operación en operación, de hospital en hospital, se hace insoportable. Esto ya nada tiene que ver con la muerte del padre, como se nos contaba en Patrimonio, y donde aquél era un libro duro pero contado con ternura, mostrando en el fondo una historia de amor filial, Elegía no da tregua, va directo a la yugular, es áspero en el estilo, en el mensaje, y en la concisión de su relato, que condensa toda una vida en escasas ciento cincuenta páginas. El convencimiento de la propia vejez, como una amputación del propio cuerpo, se convierte en una pesadilla con una única salida, una única liberación. Como se dice en la novela, la vejez no es una batalla, es una masacre. La muerte no tiene nada de romántico, es un espanto, el camino a la nada. Roth nos lo muestra y enfoca toda una vida desde la desesperación de la muerte.
Una paradoja interesante. Ruido de fondo es un libro escrito en primera persona en el que, sin embargo, el narrador no lo cuenta todo sobre sí mismo, como si se mirara desde fuera, ya que son los hechos, sus comportamientos, y el posterior reconocimiento de los problemas ante su esposa lo que nos dice cuál es el mal que estuvo presente, pero oculto, desde la primera página. Por el contrario, Elegía está escrito en tercera persona, pero desde el principio se nos plantea como una diatriba con la muerte, en la que no se esconde nada del protagonista, como si fuera visto desde dentro por un narrador omnisciente que, en realidad, lo único que sabe tiene que ver con el protagonista de la historia. Quizás el narrador de Elegía sea el propio protagonista una vez muerto, que se ve desde fuera sabiéndolo todo sobre él al tiempo que es consciente de que lo que le ocurrió es algo por lo que puede pasar cualquier hombre, esa degeneración física progresiva que va diciendo, poco a poco, con una fuerza imparable, que la muerte está cada vez más cerca. No se menciona en toda la novela el nombre del protagonista, seguramente por lo que comentamos de que podría tratarse de cualquier persona, y de ahí puede venir el título original de la novela, "Everyman", que querría decir algo así como "cualquier hombre". En definitiva, Ruido de fondo sería una novela de tercera persona escrita en primera persona, y Elegía sería una novela de primera persona escrita en tercera persona.
Ruido de fondo y Elegía nos presentan dos visiones tremendamente certeras de la muerte y de los miedos de la sociedad contemporánea. Ya no son libros que se circunscriban a una delimitación espacial o temporal concreta, a pesar de la tremenda importancia del contexto en ambos casos, y el hecho de universalizar lo local engrandece el tamaño de dos novelas que fueron concebidas, respectivamente, como obra maestra y como relato menor, como nudo gordiano de toda una carrera literaria y como epílogo testamental a muchos años de escritura. Ruido de fondo. Elegía. Réquiem.
4 comentarios:
Tienes razón, no piensas en Elegía como una novela escrita en tercera persona. Pero como Roth nos tiene acostumbrados a sus narradores en primera persona y a sus alter-egos, piensa en Elegía como una más. Sin embargo creo que es destacable la elección del autor, esa manera de contar la misma historia desde otra perspectiva.
DeLillo permanece en mi lista de pendientes, la verdad es que no me atrevo con él... Submundo me decepcionó, aunque me gustó... es contradictorio, sí.
En fin, un saludo
Hola Portnoy!
Me acuerdo de aquel post mítico sobre Submundo en tu blog, que acabó derivando por otros derroteros pero fue interesantísimo. Creo que Submundo será el próximo DeLillo que aborde, aunque no inmediatamente (porque tengo mucha cuenta pendiente y porque no está ni en bolsillo ni en las bibliotecas más cercanas :P)
Sobre Roth, tengo curiosidad sobre cómo proseguirá su carrera, porque sus últimas obras..., ¿no parecen un epílogo definitivo?
Un saludo y gracias por el comentario :)
Terminé Zuckerman encadenado, me gustó bastante...
Ahora tengo una duda; tengo:
Pastoral americana
Elegía
Operación Shylock
De esos tres, cual es mejor leer a continuación: ¿Le parece responder?
¿piensa que debería hacer la pregunta a Portnoy?
Sinceramente, yo soy un argentino lector más que nada de Saer, que si no lo leíste te lo recomiendo...
Saludos, y si tiene un momento aburrido puede leer alguna historia mia de mi blog... Je.
Saludos.
Hola G!
Perdona el retraso, pero estoy de vacaciones estos días y no tengo Internet.
Sobre Roth, yo leería Shylock o Pastoral americana, porque Elegía es una especie de obra testamentaria del ciclo Zuckerman, pero vamos, tampoco es imprescindible. Entre las otras dos, si te apetece algo más paranoico, divertido y brillante ve a por Shylock, si quieres un drama familiar con el mejor pulso de Roth y con una disección estupenda del Estados Unidos de los 60, empieza por Pastoral. Los dos me parecen entre lo mejor, pero claro, lo mejor de Roth es mucho. De todos modos, puedes preguntarle también a Portnoy, a ver qué opina.
Un saludo!
Publicar un comentario