La primera idea que surge cuando se habla de Alan Resnais es la de un cineasta denso, profundo, críptico, frío, casi gélidamente intelectual. Esto es algo lógico revisando la primera parte de su filmografía, obras como Hiroshima mon amour, El año pasado en Marienbad o Muriel, sin olvidar su labor de documentalista precoz con múltiples cortos y mediometrajes tales como Noche y niebla, su impresionante retorno al desértico campo de concentración de Auschwitz. En realidad siempre he pensado que los primeros largos de ficción deben más a los precedentes literarios de sus guionistas (Marguerite Duras en Hiroshima, el recientemente fallecido Robbe-Grillet en Marienbad) que al propio trabajo de Resnais, al que nada se puede reprochar, a pesar de que siempre me pareció que Hiroshima sufría un exceso de engolamiento poético. Los experimentos espacio-temporales de estas obras resultaron fundamentales para un cierto tipo de cine posterior, particularmente en el caso de El año pasado en Marienbad, que redefine toda una manera de abordar el cripticismo y el desdoblamiento en el terreno audiovisual (¿verdad Lynch?).
Después de una larga carrera con títulos bastante variados, gustosos de experimentar con la estructura, los géneros y las formas, con mayor o menor éxito, Resnais realiza en 1997 On connaît la chanson, musical que juega con la comedia, el drama y la narración coral, anticipando la que hoy es su última obra, recientemente estrenada en España, Asuntos privados en lugares públicos (Coeurs, 2006). En estas obras, parece como si Resnais estuviera menos interesado por lograr un potente calado intelectual que una fuerte huella emocional en los espectadores, dando más importancia a la psicología de los personajes y a las anécdotas argumentales.
Existen resonancias muy evidentes entre ambos films. Por un lado las características generales ya apuntadas, así como el tono, pretendidamente amable y menor, con que se aborda la similar estructura de historias cruzadas; además, se introducen elementos distanciadores que dan consciencia de la naturaleza fílmica de lo narrado: tenemos las canciones que surgen abruptamente, como del subconsciente, en On connaît la chanson, o los planos cenitales que muestran apartamentos sin techo, como un decorado teatral, en Coeurs, evidenciando la presencia de un destino que mueve los hilos de los personajes, víctimas de un azar que no les sirve de excusa para calmar sus remordimientos. Siguiendo con elementos cinematográficos, destacan las transiciones entre escenas, tan importantes en filmes de estas características, que son casi omnipresentes en Coeurs, seguramente porque la idea clave de la película es dibujar un mosaico sentimental muy tupido, que no llegue a mostrar claramente una forma determinada, sino que esboce comportamientos, reacciones, actitudes. Son muy llamativas estas transiciones, desarrolladas siempre sobre un fondo de nieve cayendo, y que provocan curiosas y melancólicas rimas internas, de acuerdo con la variable duración de las escenas. Pero ya en On connaît la chanson (e incluso antes, en El amor ha muerto) ensayaba con fundidos sobre la imagen de una medusa en movimiento, introduciendo así más elementos distanciadores que funcionan como perfecto sello de su autor. Del mismo modo, resultan curiosas otras similitudes más concretas entre ambas películas, teniendo en cuenta que una se basa en un guión ajeno, de Agnes Jaoui, y la otra en una obra teatral de Alan Ayckbourn: por ejemplo, el personaje de André Dussollier (también coinciden cuatro de los seis actores protagonistas) es, en las dos, un agente inmobiliario, y otros personajes buscan un nuevo apartamento como manera de escapar de su soledad y dar un nuevo impulso a sus vidas.
Seguramente, la diferencia principal es que Coeurs está revestida de un tono más amargo, que ya no sólo desconfía de la propia sociedad como On connaît la chanson, y trasciende el uso de unos pocos temas contemporáneos llevando el desengaño a una trinchera más existencial, inherente a la naturaleza humana. Casi diez años las separan, y el cambio de visión podría equipararse al que ya experimentó Hawks en su díptico Río Bravo-El dorado, aunque, a mi juicio, las películas más logradas en cada caso serían Río Bravo y Coeurs.
En definitiva, hay que aprovechar el paso por la cartelera de Asuntos privados en lugares públicos para disfrutar de una película con mucho más alcance de lo que puede parecer, en la que el exquisito cuidado de la puesta en escena, las simetrías, los movimientos de cámara (algo presente desde Marienbad) y los colores convierten una película netamente teatral en una exquisita pieza cinematográfica, con un poso melancólico, casi teñido de nostalgia, que ama por encima de todo a sus personajes, cuidándolos y acercándose a ellos comprensivamente, con el calor que puede desprender la nieve intuida desde las ventanas de un apartamento confortable. ¿Que Resnais toma menos riesgos? Seguramente, pero aportándonos otras cosas a cambio.
Después de una larga carrera con títulos bastante variados, gustosos de experimentar con la estructura, los géneros y las formas, con mayor o menor éxito, Resnais realiza en 1997 On connaît la chanson, musical que juega con la comedia, el drama y la narración coral, anticipando la que hoy es su última obra, recientemente estrenada en España, Asuntos privados en lugares públicos (Coeurs, 2006). En estas obras, parece como si Resnais estuviera menos interesado por lograr un potente calado intelectual que una fuerte huella emocional en los espectadores, dando más importancia a la psicología de los personajes y a las anécdotas argumentales.
Existen resonancias muy evidentes entre ambos films. Por un lado las características generales ya apuntadas, así como el tono, pretendidamente amable y menor, con que se aborda la similar estructura de historias cruzadas; además, se introducen elementos distanciadores que dan consciencia de la naturaleza fílmica de lo narrado: tenemos las canciones que surgen abruptamente, como del subconsciente, en On connaît la chanson, o los planos cenitales que muestran apartamentos sin techo, como un decorado teatral, en Coeurs, evidenciando la presencia de un destino que mueve los hilos de los personajes, víctimas de un azar que no les sirve de excusa para calmar sus remordimientos. Siguiendo con elementos cinematográficos, destacan las transiciones entre escenas, tan importantes en filmes de estas características, que son casi omnipresentes en Coeurs, seguramente porque la idea clave de la película es dibujar un mosaico sentimental muy tupido, que no llegue a mostrar claramente una forma determinada, sino que esboce comportamientos, reacciones, actitudes. Son muy llamativas estas transiciones, desarrolladas siempre sobre un fondo de nieve cayendo, y que provocan curiosas y melancólicas rimas internas, de acuerdo con la variable duración de las escenas. Pero ya en On connaît la chanson (e incluso antes, en El amor ha muerto) ensayaba con fundidos sobre la imagen de una medusa en movimiento, introduciendo así más elementos distanciadores que funcionan como perfecto sello de su autor. Del mismo modo, resultan curiosas otras similitudes más concretas entre ambas películas, teniendo en cuenta que una se basa en un guión ajeno, de Agnes Jaoui, y la otra en una obra teatral de Alan Ayckbourn: por ejemplo, el personaje de André Dussollier (también coinciden cuatro de los seis actores protagonistas) es, en las dos, un agente inmobiliario, y otros personajes buscan un nuevo apartamento como manera de escapar de su soledad y dar un nuevo impulso a sus vidas.
Seguramente, la diferencia principal es que Coeurs está revestida de un tono más amargo, que ya no sólo desconfía de la propia sociedad como On connaît la chanson, y trasciende el uso de unos pocos temas contemporáneos llevando el desengaño a una trinchera más existencial, inherente a la naturaleza humana. Casi diez años las separan, y el cambio de visión podría equipararse al que ya experimentó Hawks en su díptico Río Bravo-El dorado, aunque, a mi juicio, las películas más logradas en cada caso serían Río Bravo y Coeurs.
En definitiva, hay que aprovechar el paso por la cartelera de Asuntos privados en lugares públicos para disfrutar de una película con mucho más alcance de lo que puede parecer, en la que el exquisito cuidado de la puesta en escena, las simetrías, los movimientos de cámara (algo presente desde Marienbad) y los colores convierten una película netamente teatral en una exquisita pieza cinematográfica, con un poso melancólico, casi teñido de nostalgia, que ama por encima de todo a sus personajes, cuidándolos y acercándose a ellos comprensivamente, con el calor que puede desprender la nieve intuida desde las ventanas de un apartamento confortable. ¿Que Resnais toma menos riesgos? Seguramente, pero aportándonos otras cosas a cambio.
12 comentarios:
He visto Conozco la canción y la he disfrutado muchísimo. Voy por la otra. Un Resnais, aún en un tono menos grave, es siempre más sustancioso de mucho de lo que anda dando vueltas por ahí,
Saludos
Muy buena nota sobre uno de los directores más complejos de la historia emn el momento en que es más accesible. Saludos!
la de resnais todavía no la he visto, está a la cabeza de la lista.
lynch responde a tu pregunta (retórica) con una sonrisa (macabra).
bienvenido!
Me apetece mucho ver Coeurs, parece que le está gustando mucho a todo el mundo... En cuanto a On Connnait la Chanson, es una película muy importante porque gracias a ella descubrí a Agnes Jaoui, de hecho la veo más como una película suya que de Resnais. ¡Saludos!
Aqui un admirador de "Coeurs"; me parece una obra Mayor, al nivel de la primera etapa - la de los documentales y de Hiroshima a Muriel - aunque sin la voluntad vanguardista, igualmente formalista claro. Es una película, en otro orden, preciosa y frágil.
Gracias a todos! Parece que de momento hay unanimidad, y eso no suele ocurrir con Resnais... Es buena señal :)
Y estoy totalmente de acuerdo con lo que dices, Carlos, formalista al máximo.
Por cierto, el jueves a las 19:30 en la Filmoteca, La cautiva de Chantal Akerman. Cita obligada :)
¡¡Un saludo!!
en la filmo este mes hay cosillas... rascando, rascando... y a final de mes se podrá ver en el reina the pervert's guide to cinema, zizek y su manera de ver el cine.
también esta semana en Madrid esta el festival de scifi.es en el que se podrá ver lo ultimo de gondry, el diario de los muertos de romero y material de park chan-wook.
saludos y a ver si puedo pasar el jueves a lo de chantal akerman y nos tomamos algo con calma.
por cierto, un regalo: enrique vila-matas - el sentido de la espera [conferencia en el cccb del 28 de enero de 2008]
aunque la intro de ramoneda sea en catalan, el speech es en español.
saludos y a disfrutar!
Acabo de verlo!! Muchas gracias Little! Es estupenda, además de que me ha reactivado completamente las ganas de leer El mar de las Sirtes.
Por cierto, ya sé de dónde viene lo del poema de Pessoa que dejó por aquí Francis Black para que se lo mandara a Vila-Matas, todo empieza a encajar :)
Del festival de ciencia ficción no puedo ver nada, porque me voy el fin de semana a Albacete a votar, pero a lo de Zizek le tengo muchas ganas, ya veremos cuándo es.
Mañana te veo si te pasas a ver a Chantal.
¡Un saludo!
no os perdais lo de zizek. a veces le va un poco la olla pero es tan convincente el cabrón. algunas pelis quedan tan iluminadas (lynch!!)que cuando las vuelves a ver oyes su voz de fondo susurrándole al director, como si fuera la voz de su inconsciente.
Apuntada queda Cris; ya comentamos cuando la vea, aunque de momento no sé qué día será... Miré en la Web del Reina Sofía y no ponía nada, pero suopngo que saldrá cuando se acerque.
Un saludo!
Pues siento disentir: vi Coeurs esta semana y no me gustó gran cosa. Vale que la puesta en escena es interesante, que sí tiene que ver con Marienbad (y con Hiroshima mon amour) y que me gusta On Connait... Pero la historia me parece muy floja, el argumento previsible y lleno de tópicos y los actores, completamente histriónicos. Además, no me hace gracia ninguna situación ni diálogo excepto ese de "soy tan aburrida que me aburro a mí misma". Eso sí, no digo que sea una mala película, solo que no me gusta. La fotografía es estupenda, al igual que la música, por ejemplo.
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