lunes, diciembre 24, 2007

Navidad sin Solaris

Albacete. 24 de diciembre. 0:24 AM. Los neones navideños lucen tenuamente. Me asomo a la ventana y veo tres tristes hileras atravesando la calle como funambulistas clónicos. Un árbol verde en el centro y dos lágrimas de sangre en los extremos; uniéndolos, dos arcos dorados dibujan sonrisas inconscientes. Multiplicado por tres. Miro al fondo y no veo nada. Los adornos brillan aislados, sin continuidad, como vestigios que desaparecen al mirar a lo largo de una calle quebrada y rota, triste en el olor de sus entrañas, tan pálida en mitad de la noche que no es capaz de quejarse. Dejo pasar el aire gélido a través del hueco por que asomo la cabeza, pero es necesario respirar el color de las baldosas. No llueve, pero podría estar lloviendo. Cierro la ventana. La baldosa por la que pasa el tubo de la calefacción empieza a enfriarse. Parece que todo se apaga. En realidad no sentimos nostalgia por lo que tuvimos, sino por lo que ahora no podemos tener. Tarkovski lo comprendió y rodó Solaris. Virginia Woolf lo pensó toda su vida.

No sé si Solaris y La Zona son la misma cosa, pero en todo caso la diferencia sería la misma que la existente entre el sueño y el deseo y, si todo anhelo no es más que una experiencia onírica, lo único que queda es interrogarnos sobre nuestra propia identidad. Puede ser absurdo confabular con el deseo, puede ser estúpido pretender algo que nunca estuvo al alcance aunque algún día nos hubiera sorprendido un espejismo. ¿Es aconsejable disfrutar de ese espejismo a costa del posible haraquiri posterior? El protagonista de Solaris llega a la nave con la ilusión de un zombi desganado; allí, el extraño planeta materializa sus sueños generando en un cuerpo de neutrinos a su esposa muerta diez años atrás. Pero no es su esposa, es su reflejo, es la idea que él tenía de ella corporeizado en una materia que puede revivir una y otra vez. ¿Cuál es el límite de lo humano? ¿Dónde está el replicante que es capaz de sentir mucho más que cualquier persona real? Finalmente hay que abandonar la nave, el momento que inevitablemente llega, y el cuerpo de neutrinos no puede seguirnos. ¿Merece la pena el gozo de un instante que multiplique por diez el sufrimiento posterior? ¿Es preferible vivir en una asepsia cerebral y neutra? ¿Se puede vivir en la Tierra habiendo pasado por Solaris?

Quizás Solaris sea la gran película navideña, la que encarna realmente el "espíritu", el vacío de una vida imposible de respirar y el dolor por lo que no se puede alcanzar a pesar de haberlo soñado. Porque todos sabemos que los Reyes Magos ignoran las cosas importantes, así que en nuestra carta no podremos pedir ese inhibidor de deseo que algunos intentamos llevar cada mañana y al que, de vez en cuando, como un milagro que no podemos creer y sin embargo creemos, algo (o alguien) hace estallar.

¿Quién quiere comentar películas? ¿Quién quiere comentar libros? No sé si hablar de uno mismo en público es egocéntrico, quizás en el fondo sea lo único sobre lo que podemos expresarnos; de cualquier manera siempre quise evitarlo. Por eso algunos me llaman cobarde. Claro, no sólo por eso. ¿A quién no le gusta gustar?

De todos modos, a veces es mejor el dolor que la apatía. Desde luego, para comentar libros y pelis, recomendamos la asepsia.

Y hablando de nostalgia, una canción navideña, algunos aún no habíamos nacido:


4 comentarios:

Portnoy dijo...

Hay un momento en Solaris, en la película, durante la reunión en la biblioteca, que la cámara acaba deteniéndose en un Quijote ilustrado por Doré que está abierto sobre la mesa. He ahí dos elementos inalcanzables, Solaris, incomprensible para los humanos, y El Quijote, símbolo de la perfección literaria... Preguntas : ¿Se puede vivir en la Tierra habiendo pasado por Solaris?; yo pregunto ¿Se puede narrar después de Cervantes?
En fin, no nos dejemos arrastrar por la melancolía y la apatía, que en el fondo son también síntomas de "el espíritu navideño"... hagamos como si nada.
Un saludo

Daniel Quinn dijo...

Pues sí, a mí también me sorprendió ese detalle, además de que se subraya un par de veces: primero sobre la mesa mientras hablan los personajes, y después en el mágico instante antigravitatorio, con el libro volando (con las páginas impecablemente rígidas, como si El Quijote fuera intocable hasta en ausencia de gravedad) mientras Kris y Hari se abrazan en el vacío.

Ah, y tengo una cuenta pendiente: el libro de Lem.

Un saludo y muchas gracias por el comentario, siempre tan agudo :)

Carlos dijo...

Vaya, la ví hace unos cuantos años, y entre que con 13 o 14 años todavía no estaba maduro y que siempre he detestado la ciencia ficción, la tengo como la película más floja de un autor al que por otro lado admiro muchísimo. Eso sí, recuerdo que lo que estéticamente más me gustó fueron el prólogo y el epílogo, que curiosamente no están en la novela...

Daniel Quinn dijo...

Pues a mí es de las que más me gustan..., después de Stalker, claro. Yo tampoco soy muy de ciencia ficción, pero en Tarkovski es otra cosa... Lo que es cierto, y me sorprendió, es lo explicado que está todo en ocasiones, como si hubieran obligado a Tarkovski a dejarlo todo clarito. Hay algún subrayado que sorprende un poco, la verdad. Pero bueno, lo cierto es que se compensa con creces con el resto de cosas que hay en la película. Es tan grande...
Gracias Carlos y un saludo!!